Mandalay, la ciudad con nombre de casino

Tercer día en Myanmar. Hoy, por primera vez en el país, comenzaremos a hacer las cosas típicas de turistas. Hoy recorremos la antigua capital real de Birmania.

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El palacio al que nunca llegamos

No te fíes de la búsqueda en Google Maps (ya nos ha pasado varias veces este año, en Oaxaca, en Nom Pen…) para “Palacio de Mandalay” 😉 Te muestra que se entra por la puerta Este. Y puerta hay. Pero no se puede entrar. Pero aún no lo sabíamos.

Comenzamos el día cambiándonos de habitación. El día anterior nos habían dado una mejor que la reservada pero nos tocaba cambiar. Pues bien. Desayuno y cambio. Al final salimos del hotel a las 12:00 tranquilamente 🙂

Caminando por la calle Pinya. A priori teníamos unos 20 minutos andando hasta el palacio así que ese era el plan. Mandalay es una ciudad en general polvorienta. Varios caminos de la ciudad no están asfaltados, aunque vimos que están trabajando en muchos de ellos ahora mismo. De camino paramos en la oficina central de Correos a comprar nuestros habituales sellos (son tres veces más grandes que en otros sitios, muy apasiados 🙂 A la salida, una señora vendía postales. Eso es saber vender. 🙂 Pues una cosa lista.

En seguida llegamos a la puerta Este. Un conductor de tuk tuk nos dice algo que no entendemos. Cruzamos el foso. Bbbbbiiiiiii. Esa entrada no es para público general nos dice un militar amablemente. Nos señala para la derecha. Pues nada media vuelta.

Pega bastante solete. Pero aguantamos. Veinte minutos más, paralelos al palacio. Disfrutando de sus reflejos en el agua del foso. Al cruzar a la fachada norte un señor nos ofrece ser nuestro conductor para el día siguiente. Pues oye, quizá. Llegamos a la puerta Norte. Bbbbbbiiiiii. Tampoco. Joer. Pues venga. Otros 20 minutos. Sol. Esto empieza a ser un poco poco molón. Llegaremos al rato a la esquina noreste, donde están algunos de los templos más bellos de la ciudad y la subida a la colina de Mandalay.

Yadanabon San Kyaung y  Pagoda Sandamuni

Entramos a ver Yadanabon San Kyaung, no es que lo tuviéramos presente pero es un bonito templo. No le dedicaremos mucho tiempo, el sol es exagerado ya. El templo está  justo en el inicio del camino a la colina, a cuyo abrigo se fundó y construyó la ciudad hace tan sólo 200 años. Un taxista nos dice que es una hora andando, 20 minutos en coche. Que no nos recomienda que lo hagamos andando. Que no se preocupe. No podemos  aguantar ni un segundo más al sol. (De hecho no subiremos a la colina en nuestros días en la ciudad)

Así que entramos a tomar algo a un sitio que vemos justo en la esquina. Al final, nos da por comer 🙂 jejeje Picante, pero bueno. Así que ya después de comer algo nos vamos acercando hacia el resto de los lugares que queremos visitar (y hacia la siguiente puerta del palacio, la oeste que nos han dicho en la norte que esa sí es la buena…)

El primero será la Pagoda Sandamuni. A mí me impresionó. Como en cualquier templo budista del sudeste asiático has de descalzarte para entrar. La particularidad de Birmania es que has de hacerlo antes de entrar a todo el recinto que albergue un templo y que no se pueden llevar calcetines. Lo que te hace ir a veces medio corriendo buscando sombra para los pies…

El thanaka es algo que puede verse constante en las caras de muchos de los habitantes de Myanmar. A medio camino entre la crema protectora de sol y el cosmético. Es de color amarillo claro y huele de maravilla. Parecido al Sándalo. Suele aplicarse realizando sencillos y vistosos dibujos.

Sandamuni fue el primer templo de su estilo que veíamos en todo Asia y fue realmente interesante. Completamente distinto a los de Camboya o Tailandia. Con decenas de pequeñas estupas blancas, en torno a la grande y dorada, situado en el centro donde se encuentra enterrado Kanaung Mintha, príncipe de Mandalay asesinado por sus sobrinos que es recordado como uno de los primeros grandes modernizadores del país. Mientras paseábamos por allí, otro señor nos ofreció ser nuestro conducto al día siguiente 🙂

La pagoda Kuthodaw

Cruzando un pequeño campo de fútbol. Así es como llegamos a Kuthodaw.  En la entrada al templo una niña le puso Thanaka a Nagore que se dejó hacer 🙂 El lugar es… guau. Im-pre-sio-nan-te. Es conocido como el libro más grande del mundo. Y así puede ser. Sus 730 estupas blancas albergan cada una piedras de mármol talladas con inscripciones y textos numerados, como si fueran páginas, que contienen el Pāli Canon, el conjunto de textos sagrados del budismo theravada.

El lugar fue construido por el rey Mindon que quería hacer algo “que durara 5.000 años” como parte de la fundación de la ciudad. Es una experiencia fantástica caminar por allí. Kuthodaw ha sido designado por la UNESCO como “Memoria del Mundo” programa que busca preservar el patrimonio documental de la Humanidad. (La primera vez que hoy hablar de esto fue en Tuol Sleng)

…y dos más: Atumashi Kyaung y  Shwenandaw

El día llevaba ya mucho rato mejorando por momentos y el resto no fue una excepción. No tendríamos que andar prácticamente nada para llegar a nuestro siguiente destino. Son dos templos que están uno al lado del otro. Tan al lado que pagamos la entrada en Shwenandaw y no nos dimos cuenta y nos lo pasamos de largo hacia el monasterio  Atumashi. Por cierto, que para todos los monumentos de la ciudad existe una entrada común: 10.000 kyats. Válida 2 días creo recordar.

Atumashi, el incomparable. Es enorme. He de decir que es más impresionante por fuera, tanto en su tamaño como en sus preciosas puertas, que por dentro. En su momento, cuando Mindon lo mandó construir, no era así, y el lugar albergaba un enorme Buda con un diamante en la cabeza, pero al igual que el resto de la ciudad fue saqueada por los británicos en su invasión del país en el siglo XIX. El lugar quedó prácticamente en ruinas y no fue hasta los años 90 del siglo XX cuando se reconstruyó. Según parece con mano de obra de convictos.

Por su parte, el monasterio Shwenandaw se eleva, justo al lado de Atumashi, en lo que antes eran dependencias del palacio real. La historia es curiosa.  Mindon murió en esos aposentos y su hijo mandó derribar el palacio y construir un templo en el lugar para honrar la memoria de su padre. El templo está enteramente realizado en madera de teca (Myanmar es el primer productor del mundo) y es, de nuevo, impresionante.

Serían las cinco de la tarde cuando terminamos de ver el monasterio. Nos pareció buena idea ir al hotel ya, y dejar el palacio para otro día. Estuvimos negociando con unos taxistas y no nos cuadró. En seguida, un señor con un tuk tuk se acercó y nos dijo que nos llevaba por 3.000 kyat. Lo que nos dimos cuenta era que el tuk tuk era a pedales!

El señor nos llevó durante 50 minutos bajo el sol. Se ganó el sueldo, sí. Nosotros fuimos, espalda con espalda, un tipo de vehículo que aún no habíamos probado, disfrutando de la puesta de sol sobre el palacio y del ambiente por las calles de la ciudad. Gente volviendo a casa del trabajo, obras de pavimentación, niños jugando al chinlone, una especie de mezcla entre danza y deporte que es uno de los divertimentos nacionales por aquí…

Compramos algo en un súper cercano y con eso y los din sum de Naypidó arreglamos la cena. 🙂 Un gran día que fue de menos a más 🙂

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