Tuol Sleng: la prisión S21

Hoy es nuestro penúltimo día en la capital camboyana. Hemos dejado para el final el aprender más sobre uno de los aspectos más tristemente conocidos del país asiático.

Pienso que del genocidio fue de las primeras cosas que oí hablar sobre Camboya hace ya mucho tiempo. Sobre Angkor, la primera vez fue viendo la peli de Tomb Raider.  Ambas cosas son tristes – de forma muy diferente – y ambas son verdad. Al hilo de los primeros recuerdos sobre el conocimiento de Camboya os recomiendo, de verdad, este post de Fanego. 

Parada a comprar desayuno en el ABC Bakery y después a desayunar en el Black Pepper. Como otros días. El plan del día es visitar la prisión S21 y en función de cómo avance el día quizá los llamados campos de la muerte de Choeung Ek.

Este post no tiene muchas fotos ni tampoco mucho texto. Está prohibido tomar fotos en el interior de los edificios – y también jugar a Pokemon Go, me parece lógico. En cualquier caso, tampoco es un lugar que invite a tomar fotos. La audioguía en castellano nos fue llevando por los cuatro edificios del recinto. Dedicamos unas 4 o 5 horas a conocer algo más sobre los horrores vividos aquí. La S21 fue una prisión durante el periodo 1975-1979 en el que los jémeres rojos controlaron el país, pero había sido un antiguo instituto de secundaria. Varias veces durante la mañana y la tarde pensé en que era, muy probablemente, más nuevo que mi instituto de Calahorra. Hemos leído mucho durante la historia de toda la península indochina estas semanas, os animo a hacerlo.

No creo que tenga mucho que describamos las celdas o los lugares que visitamos. Más allá de que era un lugar en el que se producían diariamente torturas y los prisioneros estaban atados con cadenas al suelo o entre ellos. Durante el trayecto tuvimos mucho tiempo de pensar y reflexionar sobre el concepto de “banalidad del mal” del que había estado leyendo recientemente también, y también de la propia historiografía y cómo configura nuestra forma de pensar. A mí, más allá de las atrocidades que se pueden ver y percibir, una de las cosas que más me impactó es que durante gran parte del tiempo, nadie sabía quiénes eran ni cómo eran los dirigentes del país. Hasta ese momento pensaba que la transparencia es un medio y no un fin, pero me parece que ya he cambiado de opinión.

A las 14:00 tuvimos la ocasión de conocer a Sophara, una de las participantes en un programa que sirve para que supervivientes de la época – no de la prisión – cuenten sus experiencias a visitantes de todo el mundo. Curiosamente sólo 3 personas fuimos a escuchar los 30-40 minutos en los que Sophara nos contó, con la ayuda de una interprete, sus recuerdos de su época de niña bajo el regimen de Pol Pot.  Seguimos recorriendo salas, leyendo, aprendiendo y reflexionando. Afuera llovía intensamente a intervalos.

Durante la visita conocimos particularmente las historias de dos de los siete supervivientes (de los 12.000 a 20.000 que fueron encarcelados allí por sospechas de “conspirar contra el partido”) la del artista Vann Nath y la de Chum Mey. Este señor, que salvó la vida por ser mecánico, estaba afuera y tuvimos ocasión de saludarlo al salir. No me lo esperaba. Fue para mí muy interesante reflexionar, mientras lo veía sonreir y poner orden en el grupo de turistas que querían fotografiarse con él,  sobre cómo el ser humano es capaz de sobreponerse a casi cualquier cosa y seguir adelante.

Sobre las cinco terminamos de conocer el lugar. Ya habíamos decidido que no íbamos a ver los campos de la muerte. Esperamos durante un buen rato a que dejara un poco de llover y fuimos a comer al mismo sitio donde habíamos desayunado. Fue como volver a nuestra vida normal. Pero sabiendo más. Al finalizar la visita la locución habla de la importancia de dar a conocer lo que sucedió.

Comimos-merendamos unos teppanyaki de arroz, salmón y ternera, muy amablemente servido por uno de los camareros. Salimos ya de noche. Pasamos por el ABC – otra vez – esta para comprar cosillas para cenar en casa. De camino a casa, Nagore decidió volar un poco 🙂 Pasamos el resto del día leyendo y disfrutando de nuestro hogar pompenés.

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