Nos despertamos temprano. Al abrigo de Matilda. Los ibis están también despiertos bebiendo en el lago. Hoy no tendremos que conducir nada antes de tomar café. Mientras desayunamos, vamos actualizando marca.com para ver cómo el Atleti se clasifica para la final de la Champions.
Mañana de playa
Una horita de trayecto y llegamos a Rainbow Beach. La playa está desierta. Como todas las que veremos durante la próxima semana. (Y casi todas sin construir nada alrededor) Rainbow Beach es unpequeño pueblo desde el que salen los barcos a Fraser Island. Debe su nombre a la blanquísima arena llena de minerales que descomponen los rayos del sol. Los aborígenes Kabi Kabi/Gubbi Gubbi decían que era el dios Yiningie quien cuando se tumbó en la colina tras una batalla permitió que la arena tomara esos colores.
Nosotros disfrutaremos de un agradable paseo. Como ya pasara antes, la arena suena como una pista de baloncesto, pensamos que por esos materiales. Almorzaremos un sandwich y nos daremos un baño.
En todas las playas australianas, sólo te puedes bañar entre las dos banderas rojas amarillas. Que muchas veces convierten una playa kilométrica en una pequeña zona de baño. ¿Por qué? Tiburones, piedras, medusas, cocodrilos, fuertes corrientes… elige la que te guste. Ya sabes, Australia, donde todo quiere matarte.
Por tanto, recordando al genio de Aladdin «Todo el poder del universo y un lugar chiquitito para vivir» Estábamos en una playa enooooorme y tuvimos que tener cuidado para no chocarnos con las chicas alemanas que justo llegaron a bañarse a la vez que nosotros. La estampa era curiosa.
Fraser Island desde enfrente
Teníamos previsto ir a ver esta preciosa isla junto a la costa. Patrimonio de la humanidad, es la isla de arena más grande del mundo. Donde los dingos campan a sus anchas. El tema es que precisamente por eso, sólo se puede visitar en 4×4 y nuestra furgo era como mucho 2×1. La otra opción era un tour que se nos iba hasta los 130€. Ya habíamos declinado el día de antes, pero sí que nos acercamos hasta Inskip Point, la península desde la que se embarca hacia la isla para dar una vuelta.
De nuevo, fue una experiencia bonita. Arena blanquísima y nadie a nuestro alrededor. Cuando llegó la barcaza con los todoterrenos que venían de la isla, nosotros comenzamos ya también nuestro retorno a la furgo.
Ese día dormiriamos en Apple Creek Tree. Todavía tendríamos unas dos horas de camino, así que nos pusimos en marcha. Sería a partir de aquí cuando comenzaríamos a ver muy frecuentemente los avisos de la posibilidad de que la Bruce Highway se inunde en temporada de lluvias. Pero no era el caso. Fuimos disfrutando del camino. Todavía paramos a ver un antiguo hangar de trenes, creo que fue en Childers.
Llegamos ya la zona de descansado donde dormiríamos. Preparamos la comida/cena y listos para dormir. Casi nos enfadamos con unas chicas alemanas – otras distintas – que aparcaron justo la lado nuestro. Pero no.