Tormentas tropicales en la Quinta Avenida

Día de mucha playa, pero poco sol, y mucho andar. La previsión de tiempo es mala y lo comprobaré dos veces. Mi idea es ir caminando hasta el centro de la ciudad. Google dice que hay 90 minutos, pero yo calculo que si voy por la playa será menos. No. 

El día está precioso. Con esa mezcla de mar y tormenta que enloquecía a los románticos alemanes del XIX y que a mi me recuerda a mis paseos por la playa cuando vivía en Gandia. Voy pasando por diferentes clubs privadas cuyas hamacas llegan hasta la orilla. Aquí la ley de costas es distinta a la española.

Aquí se pone a diluviar sin mucho más aviso que unas cuantas nubes y un viento que hace que las gaviotas casi no puedan escoger su ruta de vuelo. He tenido suerte y justo he llegado a un aterpe de Scuba Libre, donde he aprovechado para informarme.

Un rato más de camino y he llegado ya al comienzo de la ciudad, en Playa Esmeralda. De ahí recto a la Quinta Avenida, la calle principal de la ciudad. En su parte norte no tiene todavía muchas construcciones turísticas y predominan lotes en venta y casas más modestas. Lo que sí hay es un montón de obras de arte urbano, algunas de ellas muy bonitas.

Tenía hambre y sed, así que cuando a la altura de la calle cincuenta he visto a Finn y justo al otro lado de la calle a Pizza Italia, mi estómago se ha puesto contento. Una rebanada de pizza mexicana (“¿Pica?- No” ) y ya enfilando la avenida en su parte más turística.

Muchos cajeros automáticos sin ningún edificio, mucha gente ofreciendo pulseras con tu nombre, cervecerías, tatuajes de henna, tours… en fin, ese rollo de “take a walk on the latin side” dirigido a jubilados ingleses y chicas de Minessota. . Eso sí hacia el final (el principio de la calle) se parece más a un centro comercial al aire libre que a un paseo de playa.

Mis piernas notaban ya las tres horas de andar casi sin parar así que mi idea era ir volviendo ya. He dado una vuelta por la plaza del ayuntamiento y de ahí a la calle número 2, entre las avenidas 20 y la 25 (van de cinco en cinco) a coger un combi que me acercara a los alrededores de casa. (He comprobado que el taxista que nos trajo el primer día no nos timó)

Dicho y hecho y menos mal. Segundo diluvio sin avisar. Pero de poca duración, para cuando he llegado a la parada ya casi había parado. La calle está cortada por obras. Recoger la ropa de la lavandería y a descansar. Zucaritas para merendar y de tranquis en el hogar. Los espagueti que nos preparamos sí merecen ser contados 🙂

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