Para los nativos digitales que nos leéis, este es Juancho. Un personaje de Hanna-Barbera. (No, mi generación nunca veía el guión y pensábamos que era una dibuajantA) Esto es Tulum. La mezcla de ambos construyó el día.
Todos los días que estamos en Playa del Carmen nuestra calle estaba cortada por una gran zanja. Así que tras levantarnos y desayunar tranquilamente, fuimos caminando hasta el cruce con la carretera principal y de ahí un bus (sería el único que tomaríamos, todo lo demás fueron vans) hacia el centro para coger allí el ADO a Tulum.
Esta fue la primera vez que Nagore vio la Quinta Avenida y el centro de Playa. Nos dejaron cerquita de la estación de ADO que conocíamos pero debíamos ir a la otra. Pasando por la 12, nos cruzamos con Coco Bongo. El Coco Loco de por aquí. Díficil que nos pillen allí 😉 Compramos el billete y fuimos corriendo a comer una hamburguesa al McDonalds de enfrente. No se merece aparecer en Burger Tester, pero teníamos prisa. El problema fue que el bus que era de paso se retraso casi una hora.
Tras apenas una hora de bus llegamos al centro de Tulum. De allí teníamos casi otra hora andando a las ruinas, pero nos animamos. Vemos en Google que cierran a las 16:30 así que ya mala suerte, no vamos a llegar. Calor, parada a comprar agua, más calor. Parada a comprar un helado. Una primera iguana enorme que yo no vi. Calor. Llegar a la entrada. Verlo desierto, como esperábamos. Y entonces rollo una luz que se ilumina y suena laaaaaaaaaa, intermediación divina. Tulum sí se puede visitar después de las 16:30.
Es casi cuatro veces más caro (unos 220 pesos) pero a cambio es una visita casi VIP. No había casi nadie. Nos saltamos el presupuesto previsto (básicamente gastar lo menos que podamos 😉 y entramos.
Fue una experiencia muy molona. El mar, el aire, los restos mayas, las iguanas y nosotros dos. (y tres tíos más que nos encontramos)
Tulum fue una ciudad maya que tuvo su esplendor mucho después que muchas de las cultura que hemos conocido durante este mes y medio. Entre los siglos XIII y XV. En principio se llamaba Zama. (Amanecer) y después cuando ya se encontraba abandonado comenzó a ser llamado Tulum, que signfica muralla. Puesto que había tan poquita gente sí daba la sensación de sitio abandonado y no de foco de turisteo, como nos pasaría dos días después con Chichén Itza.
Cruzamos la muralla y vimos la primera (segunda si contamos la de la carretera) de las muchas iguanas enormes (que normalmente pasaban de nosotros) que veríamos esa tarde (y los dos siguientes días). Parte de la diversión de la tarde fue ver quien de los dos las veía primero. Ganó Nagore. 🙁 Recorrimos el castillo, el templo del dios del viento, el del dios descendente (a quien está dedicada la ciudad) Aprendimos que la zona es una de las superficies del planeta más jóvenes en emerger y disfrutamos de preciosas vistas sobre el atlántico.
Tras un par de horas, nos encaminamos hacia la Playa de Santa Fé (que acabo de ver que tiene zona nudista) donde vimos un precioso atardecer y donde hacía un viento enorme que movía las nubes a toda velocidad. Molaba. Desde allí, poco más. Nos volvimos a saltar nuestra norma de ahorra y fuimos en taxi al centro del pueblo a tomar el autobús de vuelta. Compramos una bagguete en una panadería francesa y a casa.
Bus hasta Playa, van hasta el cruce de casa, comprar fruta al lado del Oxxo, cereales para cenar y Ready Player One. Recomendación de Juan que me tuvo enganchado esos días.