Por fin azul, para recordar los memorials

Tras la histórica tormenta de nieve del día anterior, Washington amaneció por fin precioso. Azul. Ni una nube. Por fin se veía. Así que después de un supervitamínico desayuno nos pusimos en marcha con la idea, esta vez sí, de ver la ciudad. Por fin fuimos conscientes de la cantidad de nieve que esta pasada semana ha caído en la costa este.

Así que fuimos caminando tranquilamente por la 16 hacía abajo y viendo, por fin, algunos edificios interesantes que eran – literalmente – invisibles el día de antes.  El edificio del Rito Escocés de la Francmasonería (se supone que varios de los padres fundadores de EEUU eran masones), una iglesia sueca, una gran iglesia metodista, la de la cienciología y la del primer bautismo y el Carnegie dedicado a la ciencia. Los ciclistas y corredores ya habían vuelto a salir de su guarida también.

Teníamos algo de hambre, aunque era pronto y la ciudad estaba desierto. Todo cerrado. Metro suspendido. Una pequeña franquicia de la Costa Este, Fuel Pizza & Wings, se alió con nosotros. No tenían demasiadas materias primas por la tormenta pero fueron capaces de hacernos una pizza de mozzarella razonablemente buena. No nos sentamos en la terraza porque no había ninguna silla libre.

Una paseo por la historia americana

Y ya con el estómago lleno, nos fuimos hacia el National Mall. Vimos – por fuera, todo lo que vimos en Washington fue por fuera estaba todo cerrado, el Capitolio nos canceló los tres días que visita que fuimos intentando reservar – el edifico del tesoro, justo al lado de la Casa Blanca y de ahí, a ver por primera vez, tras haber estado dos veces antes delante, el monumento a Washington.

washingtonDC_112.jpg

Fue una tarde realmente molona que nos llevó a visitar además del citado obelisco, el memorial de la segunda guerra mundial, (similar por cierto a la Plaza de España de Sevilla, el de Lincoln, con todo el estanque delantero congelado (como gritaba la chavalada, por cierto) el de la guerra de Korea, el de Roosvelt, el de Martin Luther King y el de Jefferson, también con el vistas del río Potomac y del Tidal congelados.

Volviendo ya hacia el norte cruzamos de nuevo el National Mall (seguíamos en la parte oeste, es inmenso) y vimos una preciosa puesta de sol mientras íbamos ya caminando hacia el federal triangle, buscando ya el hogar que seguíamos a unos -6ºC. Nos dio tiempo, sin embargo a comprar un zumo en un CVS, a encontrar abierta una licorería para poder regalar algunas botellas de Rioja a nuestros anfitriones y a cenar en el ya frecuente para nosotros Kramer Books. Unas tapitas la mar de ricas (primera vez que yo comí Mac&Cheese y Buffalo Wings; las quesadillas son más meinstrin en mi cultura culinaria) y una cerveza de naranja, que era la hora feliz. (En la foto se ve justo el momento en el que trato de adivinar el sabor)

Llegamos sanos y salvos a casa donde vimos con estos una curiosa película de Anthony Hopkins que no nos suena que llegara a España.  A dormir que el día no fue corto, no.

En el National Mall, pese a que para nosotros no se correspondió con la imagen que teníamos de él (verde, básicamente) pudimos recordar el famoso discurso de Luther King, las protestas contra la guerra de Vietman y casi por tanto a Tom Hanks en Forrest Gump 🙂

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