Hacia Seward: animales, túneles y glaciares

Ya conocemos un poco el centro de Alaska, así que en los próximos dos días y medio vamos a tratar de conocer un poco el sur. Bueno no el sur del todo en el «mango de sartén» de Alaska, si no la península de Kenai. Así que nuestra idea es tener el centro de operaciones en Seward, donde dormiremos hoy, y después movernos. Nos daremos cuenta al día siguiente que fue un error.

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Desayunamos tranquilamente en casa mientras llegan amigos de Heidi y Andrés. Van a ver el soccer. Nos preguntan varias cosas de España mientras calientan los equipos en el Nou Camp. Pero nosotros nos tenemos que ir. Salimos de Anchorage hacia el sur. En cuanto se acaba la ciudad – que no el término municipal que es enorme – comienza en el bosque de los chugach. Para entrar en la península de Kenai hay que bordear todo el lado norte de Turnagain Arm. El nombre a esta lengua de agua se lo puso William Bligh, marinero de Thomas Cook, que buscando el paso del noroeste y tras haber visto que la ría de Knik (al norte de Anchorag, no lo era) vio que esta al sur tampoco y tuvo que dar la vuelta otra vez.  La carretera va paralela al mar que tiene aquí tonos completamente grises. 

Pronto llegaremos al desvío a Alyeska. Se trata de famosa estación de esquí. Echamos gasolina y decidimos ir a dar una vuelta. Damos una vuelta viendo las pistas de esquí – que ya empiezan a no tener nieve y vamos luego a Girdwood, el pueblicito junto a la estación, que fue reconstruido casi entero tras el terremoto del 64.

25 minutos nos separan de nuestra siguiente parada. Se trata de Portage. En su momento un pueblo que – de nuevo – fue completamente destruido en el terremoto. Nuestra parada es para ver los icebergs junto al centro de visitantes – cerrado – y volver justo a la carretera hacia Whittier. 

Whittier

Para llegar a Whittier hay que hacer una cosa curiosa. Los coches comparten el túnel con el tren. La única vía que hay. Lo sabíamos – nos lo dijo Heidi – y de hecho ese es el principal motivo de ir 🙂 Hay que pagar 15$ de peaje y esperar a que te toque. Nos recordó a la espera para abordar un ferry. El túnel se abre cada hora en un sentido y se cierra quince minutos después.

El trayecto, a unos 20 kms/hora, son 10 minutos. La salida sigue abierta durante los quince minutos en los que la entrada ya ha sido cerrada. Me pareció un sistema guay, aunque Nagore me lo tuvo que explicar un par de veces al principio 😉

Visitar Whittier en sí tiene más sentido en primavera, pues es punto de salida de los ferrys hacia las ciudades en torno a Prince William Sound (que como su nombre no indica es una bahía). Nosotros nos conformamos con dar una vuelta, bajo un frío que lo flipas, durante 15 minutos, pues casi todo estaba cerrado y no teníamos mucho plan de estar una hora y 15 minutos. (Sí, al final estuvimos unas dos horas entre ir y salir para visitarlo durante 15 minutos. Lo que quería ver era el túnel!)

Alaska Wildlife Conservation Center

De vuelta a la intersección con la carretera principal en Portage tomamos a la izquierda para seguir rumbo al sur. Sin embargo, nos dio por ver a ver lo que era el Alaska Wildlife Conservation Center que habíamos visto a la venida antes de tomar el desvío. Así que dimos la vuelta. Pero nos pasamos la entrada. Mientras buscábamos cómo dar la vuelta otra vez llegamos a una zona de riesgo de avalanchas y ahí no se puede parar así que tuvimos que recorrer unos cuantos kilómetros más en dirección a Anchorage. 🙁 Por fin conseguimos dar la vuelta y llegamos al AWCC.

Es una especie de zoo tipo Cabárceno (o Biopark en Valencia, que no he estado y no estoy seguro) No estábamos muy convencidos pero nos decidimos a entrar y mereció la pena. Al final estuvimos más de dos horas viendo animales poco habituales por Europa. (Pese a ver decenas de señales de «peligro alces» por las carreteras, no nos encontramos a ninguno) Vimos un lobo blanco, alces de dos razas distintas, ciervos,  caribúes… bastante cerca pese a que sus recintos eran grandes. Fuimos después a ver a los osos pardos. Impresionantes. Los vimos justo al lado – y eso que según estábamos llegando las pocas personas que había gritaban de emoción de lo cerca que estaba – y cuando llegamos ya se habían ido un poco.

Después vimos elks, que creemos que eran unos ciervos de gran tamaño, y otros más pequeños. Llegamos al final del parque viendo – ahí sí muy a lo lejos – búfalos americanos (jorobados), una especie que sufrió una caza sin control en el siglo XIX, pasando de 60 millones a sólo 750 ejemplares en 1890. Actualmente hay unos 350.000. Justo en ese punto se acaba Turnagain Arm.  Así que dimos la vuelta y vimos otro conjunto de ciervos, a un oso negro y a Adonis, un águila calva, el animal nacional de EEUU que vive en una jaula dado que el zoo la encontró sin una ala y no puede volar. Un búho y un lince perezoso cerraron la visita, justo en una zona de árboles muertos a causa del terremoto del 64. El agua subió tanto que salinizó todo el suelo y murieron. Sin embargo, precisamente al estar «en salazón» los troncos no terminaron de morir. El paisaje es espectacular.

Moose Pass y llegada a Seward

Serían las cuatro  de la tarde cuando salimos y no habíamos comido. Así que la idea era parar en el primer sitio que viéramos. Pero eso en Alaska antes de mayo puede no ser fácil. Al final llegamos a Moose Pass, a orillas del lago Trail. Disfrutamos de la comida que da la globalización: chile con carne y poutine. (Un plato quebequés) Tuvimos suerte, aunque eso lo vimos al salir, porque el lugar en el que comimos, sólo abre los findes en esta temporada.

Y así, mientras ya comenzaba a atardecer, recorrimos los últimos kilómetros que nos separaban del Marina Motel. El que sería nuestra casa – y primer motel de nuestra vida, con aparcamiento en la puerta de la habitación 😉 – durante los próximos dos días. Mientras hacíamos el check-in y hablábamos de las fusiones de las OTA´s con el chico de recepción, nos enteramos que el Madrid había ganado.

Descansamos un rato y todavía nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo, ya casi desierto. Seward es la capital de los murales en Alaska, lo que queda muy claro nada más llegar. Vimos el que probablemente sea uno de los negocios más antiguos de Alaska, y el Alaska Sea Life Center.

Mientras terminaba de anochecer estuvimos un rato haciendo fotos y pintando con la luz del móvil y nos fuimos ya a cenar. Nos habíamos olvidado gran parte de la comida en Anchorage y no teníamos cucharas para la sopas que sí teníamos.

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