Hoy tendremos un día distinto en la capital coreana. De contrastes. Por la mañana templos y palacios. Por la tarde, conoceremos otra cara de la ciudad. Asistiremos a un evento de rockdance, invitados por Airbnb y Cue nuestro anfitrión.
Templo Jogyesa y parque Tapgol
Hoy por fin visitaremos un par de sitios pendientes. Los habíamos ido dejando por falta de tiempo otros días. El primero de ellos es Jogyesa. Desayuno, metro Yongsan. Al salir en la parada de metro a mí la calle me recuerda un montón a Francisco Silvela, en Madrid 🙂 Vamos caminando hacia el templo, pero antes nos encontramos con un lugar que llama nuestra atención: el parque Tapgol.
Se trata de un pequeño parque, simbólico para los coreanos pues en donde se leyó la declaración de independencia del país en 1919. Es además el primer parque de estilo occidental construido en la ciudad, en el recinto de un antiguo templo en la época de represión del budismo durante la dinastía Joseon.
Salimos del parque. Cruzamos la calle. Se oye una melodía. Nos asomamos. Un grupo de chicas están bailando al ritmo de canciones tradicionales en un escenario que representa el sol y la luna, una alegoría que ya conocemos.
Seguiremos poco después nuestro camino y en seguida llegaremos al templo de Jogyesa. Era algo en lo que me había empeñado yo. El templo Jogyesa es el núcleo del budismo zen en Corea y pudimos ver que había una gran actividad en el lugar. No es muy grande, pero es un bello lugar.
Palacio Gyeongbokgung
Tras abrir boca, continuamos nuestro camino en dirección noroeste hacia Gyeongbokgung. Ya habíamos estado por aquí un par de veces sin poder entrar y hoy iba a ser la oportunidad de ver el principal palacio de los cinco de la ciudad. A diferencia de la casi soledad de la que disfrutamos en Changdeokgung, hoy el lugar estará abarrotado. Veremos mucha gente en trajes tradicionales coreanos. Como en otros sitios, es la forma de no pagar entrada. Me parece una gran idea.
Según nos cuenta la wikipedia, fue edificado por el monarca que fundó nuestra ya conocida dinastía Joseon, Lee Seong-Gye, en 1395, al mover la capital del reino por primera vez a Seúl. Es un lugar enorme. Realmente extenso.
Fuente de la imagen: Wikipedia.
Todos los días que fuimos de día al palacio de día – y este no fue una excepción – pudimos ver un desfile de guardias en trajes tradicionales en la puerta sur, la principal, con su propia salida de metro.
El complejo del palacio durante sus 7 siglos de historia ha vivido la historia del país y ha sido dos veces demolido por las fuerzas japonesas. La primera en el siglo XVI, en su fallido intento de conquista y la segunda a principios del s.XX, esta vez, sí dentro de su etapa colonial en Corea que puso fin a la dinastía Joseon, hasta que fueron derrotados en la segunda guerra mundial.
De los 330 edificios del lugar, sólo quedaron en pie 10. En los años 90 el palacio fue completamente reconstruido. De hecho para reconstruirlo se procedió a la demolición del edificio que el gobierno de ocupación japonés construyó y que se había convertido en parte del paisaje de la ciudad, lo que generó un intenso debate según cuentan.
Nosotros disfrutamos de varias de sus salas, del palacio del trono, de sus portentosas puertas o de su sistema de calefacción, similar al de los romanos, (este con madera en lugar de agua) que recibe el nombre de Ondol.
Sin embargo, era hora de seguir nuestro camino y de dejar a los grupos de estudiantes locales que disfrutaran también del lugar.
Otra vez de mercados…
Queríamos dar una vuelta más por Namdaemun y decidimos ir andando por la avenida Segonj. A nuestra derecha, al cruzar con la calle del Lotte 😉 volvimos a ver el curioso aspecto de la torre Jongno. No se hizo demasiado largo. Mientras íbamos caminando veíamos cómo los coreanos – o por lo menos los que se deciden a montar puestos en las calles para dar a conocer sus opiniones 😉 – parecen gente con interés en la política.
Llegada al mercado. Cambiamos dinero (unos dólares que teníamos aún de Camboya) y dimos un paseo entre los puestos disfrutando del ambiente y comprando alguna cosilla. Seguíamos caminando hasta que nos quedamos plantados delante de un puesto donde dos señoras estaban cocinando algo. Mmmmmm. Buena pinta. Lo que estaban haciendo era un gran montón de bindaetteok. Riquísimo. Es una especie de tortilla con alubias chinas, cebolleta y kimchi (otro clásico de la cocina coreana). El nuestro llevaba algo de cerdo también. Nos sentamos en una marquesina a comer y completamos con unos bollos de oferta de nuestro recordado Tous Les Jours.
Y ahora sí… Rockdance!
A las 14:30 había quedado con Cue. Nos equivocamos un poco en el metro – también a la vuelta jejeje. Habíamos quedado en un antiguo recinto industrial en el sur de la ciudad. Allí dentro de un evento organizado por Jack Daniel´s (ese día hubiera cumplido 150 años el amigo Jack) Cue era el promotor del primer Rock Dance Jam de la ciudad.
No teníamos ni idea de lo que era más allá de lo poco que él nos había contado un par de días antes en nuestra cena. Airbnb, dentro de su programa de City Hosts, nos había invitado a disfrutar de la ciudad varios días con Cue… y ese era el plan! Hicimos algo de tiempo tomando un café en un Dunkin cercano y a dentro!
Fue una tarde súper entretenida. Entre Harley´s, barberías hipster, coches clásicos y whisky con ginger (un descubrimiento) El plato fuerte lógicamente fue la competición. Cue y Jay estaban a tope con la organización, pero una amiga suya nos acompañó 🙂
El rockdance consiste en una especie de batalla de coreografía en la que los participantes se enfrentan por parejas. Un par de jueces valoraban las «peleas» y los ganadores pasaron a la segunda fase. Un todos contra todos. Después unas nuevas peleas individuales. En esta ronda ya varias veces, los jueces elegían a un ganador distinto. Empate, chupito y a volver a competir.
Por último la final. Que nos permidos!! Pues justo habíamos ido al baño… ay! Fue un espectáculo muy guay. Entre el coreano y las propias reglas en sí, entendimos lo justo, pero moló mucho.
Despedida de Cue y Jay y ya de vuelta a casa. Nuestra amiga nos acompañó al metro y en un ratito llegaríamos ya a nuestro hogar. Había sido un gran día. Otro más en Seúl. Groucho nos esperaba para terminar la cita que habíamos empezado con él en Manila. Corea nos apasiona. Como ya le pasaba a Tagore cuando acuñó la frase de la que se enorgullece el país.
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