Hoy el planeta se pone en hora y nosotros tenemos día de excursión. Pero lo primero es lo primero. Llevamos la ropa a la lavandería. Como muchas otra veces este viaje, casi al lado de casa.
Monte Albán
Desayuno vitaminado y a la van. Después a otra y después a una tercera. Bueno, ahora ya sí. Conocemos a nuestro guía Rosalío y camino a Monte Albán. Sombreros a 20 pesos y a dentro.
Fundada por los zapotecas, estuvo habitada desde el siglo V ac hasta el X dc. Todavía hoy, “el 75% sigue sin haber sido explorado” Como ya no explicaran en Teohituacán en aquellas zonas en las que se ha restaurado se utiliza la técnica del rejoneo. Se trata de poner piedritas pequeñas alrededor de las grandes para marcar así que no es original. Aproximadamente un 80% del recinto ha sido restaurado.
Monte Albán, del que se desconoce su nombre original, fue después ocupado – tras el abandono – por los mixtecos. Quizá fuera porque es la única ciudad mesoamericana construida en lo alto de un cerro que debió ser aplanado. Las vistas desde la ciudad son impresionantes. En la subida vemos un árbol – no arbusto – de algodón: el pochote. No había mucha gente y yo traté de imaginar cómo sería la vida ahí hace más de mil años.
Rosalío nos habla de cómo era el juego de pelota aquí – casi 1000 años antes que en Chichén Itza y sin sacrificios humanos. También nos explica que no había público y que el balón de caucho simbolizaba al sol. De ahí que el objetivo fuera que nunca parara.
Veremos después la zona de las estelas (las grabaciones en piedra) de los danzantes, en realidad personas con discapacidades – quizá por la endogamia – que eran tomados como cercanos a los dioses y después el museo del sitio. No visitamos la histórica Tumba 7, cuyo contenido ya habíamos visto el día antes en el monasterio de Santo Domingo en Oaxaca.
San Antonio Arrazola
Tras dejar Monte Albán, nos encamineremos a San Antonio Arrazola. Por un verdadero camino de cabras. Shortcut en inglés. 😉 Allí conocemos un taller de elaboración de alebrijes.
Nos cuentan que un vecino de San Antonio fue al DF y conoció a Pedro Linares. Impresionado con su arte, tomó la decisión, de vuelta a casa, de comenzar a usar copal en lugar cartón. La madera del copal recién cortada es húmeda, lo que favorece su trabajo. Al deshidratarse se vuelve muy resistente y es por tanto óptima para esta técnica. Vemos a un chico tallando alguna figura y a unas chicas pintando. No nos explican demasiado, la verdad 🙁
Cuilapam de Guerrero
Seguimos. Obligada parada para el buffet de comer de los 130 pesos. El elegido es La Cabaña del Indio. Atendido por sus propietarios: Gabriel y María Luisa. Unos marichis y unos filetes de cerdo empanados después nos ponemos en marcha hacia Cuilapam de Guerero. A mí será lo que más me llame la atención del día. Lo que vamos a ver es un antiguo convento y templo dominico en honor de Santiago. Un templo que nunca se completó y que puede visitarse tal cuál se quedó. Se dice que fue el propio Satán quien se ofreció a terminarlo en tres días a cambio del alma de un novicio.
La orden aceptó. En la tercera noche trajeron un gallo del pueblo para que cantara dando por finalizada la noche y no tener así que entregar el alma. Satán dijo entonces que él se quedaba sin el alma, pero que nadie nunca lograría terminar la obra. A mí me gustó mucho. Siempre me llaman mucho la atención las obras abandonas a medio hacer. La cantera verde de la fachada, como en el convento de la ciudad, es espectacular. (De hecho, por eso a Oaxaca le decían la Antequera verde)
Un jarrón – y una historia familiar – para terminar
Minisiesta en el trayecto. Para completar la excursión fuimos a conocer el taller de la familia de Doña Rosa, en San Bartolo Coyotepec. Allí, Jorge, uno de los nietos de Doña Rosa nos demuestra en 15 minutos como realizar un cántaro de barrio negro y cómo lograr que se quede de color negro brillante durante su cocción, la técnica que descubrió su abuela y que logró que durante el s. XX pasaran por este taller personalidades como Rockefeller o Carter.
Ya de vuelta en Oaxaca fuimos a dar una vuelta por otra zona de la ciudad viendo los dos templos de San Francisco y el Gobierno del Estado, donde la calle hacía un curioso peralte hacia el centro.
Un paseo de vuelta por la calle de Alcalá; comprar unas tijeras; comprar para hacer sándwiches en el Pitico del Parque del Llano; (ver que Nestlé comercializa un chocolate que se parece sospechosamente a Mugatu en la época de Zoolander) y a casita. Hasta dentro de cuatro años.
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