Hoy tendremos un día bastante divertido. Todo improvisado. Ayer Somol nos convenció para ser nuestro chofer durante un día y pues oye, ok. Así que con los ojos cerrados. A ver qué resulta.
Sudando en el templo de Phnom Banan
Así que nos ponemos en marcha. Hemos quedado con Somol a las 9:00 en la recepción del hotel. Damos la vuelta a la manzana para buscar un sitio donde desayunar y no vemos nada, así que nos compramos un par de latas de café y listo. ¡A la carretera!
Primera parada en un hotel de la ciudad para recoger a una de nuestras compañeras de viaje – menudo negociante el Somol – Es Claudia, de Alemania. Con ella pasaremos el resto del día.
Y ahora sí, hasta el templo de Phnom Banan. 2×2€ menos en las arcas nyumbaneras y hacia allí que nos vamos. Buf. Menuda subida. El templo, comenzado a construir en el siglo XI por el rey Ut Tak Yea Tit Tya Varman II servía como residencia o sala de audiencias – según nos dijo Somol – del rey. De ahí la idea de que la subida fuera dura, para magnificar al rey. Debía ser magnífico, sí. Costó la subida. Unos 300 escalones.
Durante el trayecto, algunos niños trataban de ganar algún dólar abanicando durante la subida a los pocos turistas que éramos. 🙁
Camboya es el primer país que conozco que se usa indistintamente el dólar o moneda local. Lo había visto en algunas zonas turísticas, por ejemplo en Playa del Carmen, pero no tan ampliamente como aquí. De hecho, es interesante que si pagas con dólares te dan el cambio en billetes de riehl.
Al llegar arriba había aún menos turistas, pero muchos niños. 🙂 Formaban parte de un campamento de verano, como nos estuvo explicando uno de los monitores. El templo es bonito y sobre todo interesante porque no está nada masificado. De la misma época constructiva que Angkor. Mereció la pena la subida. Y la bajada 😉
Ah! Al bajar tuvimos jaleo con animales… 🙂 Con una vaca que se comía la fruta de un puesto y a la que espantó Nagore mientras venía corriendo la dueña del puesto y con un gato que se había hecho el dueño de Wendy 😉
De bodegas por Camboya
Ya nos dijo algo ayer Somol y nos lo vuelve a comentar. Would like to visit a winery? Just on the way. Pues oye, que no se diga. Así es como en seguida llegamos a la bodega de Prasat Phnom Banon, que según nos comentaron es la única bodega de todo Camboya.
Yo no sé prácticamente nada de vino – pese a ser riojano y tener muchos amigos de Requena 😉 – pero me sorprendió que la vid estaba emparrada. No en cepa. No sé si es así por el terreno, o quizá porque visitamos la propia bodega y en las viñas en sí, que leímos que están por la zona, no es así. Nos contaron que los dueños son un camboyano y una francesa, que empezaron en 1999 con uva de allí. Interesante 🙂
Degustamos – por 2,5 $ – lo siguiente 🙂
- Un tinto. No sé juzgar vino. Pero este tenía sabor a vinagre… 🙁
- Un brandy. Que ¿no estaba mal? (Habré bebido brandy dos veces en mi vida. Esta y una que pedí un café con Bailay´s en la cafetería de la uni y me pusieron un carajillo)
- Un mosto rojo. Estaba bueno.
- Una bebida de gengibre. Mmmmmm
En resumen, que lo pasamos guay.
Flipando con el bamboo train
La siguiente parada nos llevó de vuelta a Battambang a recoger a dos chicas más, de Irlanda del Norte. Menudo negociante el Somol. Pues ya, bien acomodados los cinco en Wendy, unos cuántos kilómetros después llegamos a la estación del bamboo train o tren de bambú. Si tienes previsto ir y eres de los que no te gusta que los blogs estropeen las sorpresas, cierra este post ahora.
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¿Seguro? Pues nada. El tren de bambú no es un tren. Es una especie de plancha de bambú sobre una pequeña estructura metálica desmontable. Nosotros no sabíamos nada y fue muy sorprendente. El trazado férreo en el país se encuentra en muchos tramos en mal estado tras décadas de guerra y es aprovechado por los lugareños para trasladar algunas mercancías y a turistas, desde que la Lonely lo hiciera conocido hace algunos años.
Somol nos dijo que pronto dejará de poder usarse pues el gobierno sigue construyendo un nuevo trazado. Pero si miramos un poco por la web, parece que se lleva diciendo lo mismo desde 2010. Quizá esta vez va en serio ya.
El trayecto de ida y vuelta son 14 kilómetros (al final del trayecto hay algunos sitios para tomar algo y niños que te hacen prometer que si compras algo sea a ellos y te dicen su número) y cuesta la nada despreciable cifra de 5$ por persona. Un conductor/piloto arranca una pequeña motobomba y ala, a rodar. La sensación es curiosa. Ir lanzado sin ningún tipo de sujeción a 30-40 kms/hora por vías que han tenido momentos mejores. Fue muy divertido pero también un poco arriesgado para mi visión actual de treintañero flashpacker. 😉
Si has visto las fotos, ya has visto que sólo hay una vía. Qué sucede cuando se cruzan dos trenes? Pues nada, fácil, que en el que lleva menos peso – a la vuelta estuvieron un rato discutiendo nuestro conductor y el de enfrente 😉 – se baja todo el mundo, se sueltan los ejes, se echa – literalmente – a un lado y se vuelve a montar al otro lado 🙂 Fácil y para toda la familia.
La killing cave y la bat cave en Phnom Sampeau
Tras una breve parada para comprar fruta en la que probé la cababa (sigo probando frutas camboyanas, pero no me dará tiempo a todas) llegamos a Phnom Sampeau. Es una colina con algunas casas y lugares para comer, célebre por la cueva de la muerte, el templo de la colina y la cueva en la que vive una colonia de unos 5 millones de murciélagos.
Comemos y nos vamos a recorrer los templos. Son dos que están cercanos. El primero está construido junto a la cueva que era usada como lugar de ejecución por los jémeres rojos. A su lado una gran estatua de Buda y una perturbadora recreación de ¿el dolor causado? Al fondo la cueva en sí. Con un buda reclinado junto a huesos de víctimas. Se podía bajar aún más pero decidimos no hacerlo.
Después subimos a la cima de la colina (literalmente montaña con forma de barco) Las vistas son impresionantes. Se pierde en la lejanía la llanura de Battambang. Los monos ya nos llaman menos la atención 🙂 Terminaremos la tarde, sentados frente a la cueva de los murciélagos, esperando a que atardeciera para que salgan a comer. Fue una experiencia interesante lo de esperar a que pase un fenómeno natural.
Ahora ya de vuelta a la ciudad. Un pequeño descanso en casa y salimos a cenar. Todo parecía desierto. Llegamos al mercado nocturno, pero no vimos tampoco movimiento, así que acabamos en un hostel. Nos pedimos un par de zumos de mango naturales. Nos sacaron un par de zumos de melocotón de bote. Nos pedimos un par de bocatas. Nos sacaron un par de bocatas (uyyyy) Paseíllo adicional de vuelta a casa por la orilla del río, ahora sí vimos algo más de gente en el mercado nocturno y a dormir. ¿Sabéis que es lo mejor de todo el día? Que nació Valeria.
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