Hoy vamos a hacer una u invertida. Vamos a recorrer casi toda la península de Kenai. Desde Seward a Homer. Y vuelta. Si lo hubiéramos pensado mejor no hubiéramos reservado la segunda noche en Seward. Es algo así como un Madrid-Valencia-Madrid. Pero eso no lo sabíamos.
Desayunamos viendo «Las chicas de oro» (Como dijo Nagore: «en el fondo tienen la misma edad que las de «Sexo en Nueva York» pero es dos décadas antes») y nos ponemos en marcha. Pronto pararemos, como siempre en Alaska. Cerca de Primrose, a ver el inicio por este lado del bosque de los Chugach. Por cierto, que me encontré un microfilm de la TIA. 😉 Y después volveremos a parar. En frente de una fábrica de cuchillos hechos a mano. Para poder acercarnos al lago Kenai a ver los espectaculares reflejos. Y pararemos en seguida otra vez. Ya en el siguiente lago, el Trail Lake. Mucho más pequeño, y por ello, como vimos el día de antes, todavía congelado. Nos lo pasamos increíblemente bien tirando piedras hacia el lago helado. Intentando que rebotaran, que rompieran el hielo… como unos chiquillos. Todavía seguiría allí… jejeje.
La siguiente parada – siguiendo el símil de Madrid-Valencia es como si lleváramos 3 antes de Arganda – es ahora sí un poco más adelante. En Copper Landing. Un conjunto de casas a lo largo de la carretera y a ambos lados del río. Vimos gente pescando – el río sí estaba descongelado – y nos paramos de nuevo. Justo encontramos un desvío junto a una iglesia coincidiendo con la salida de misa. Nos pusimos a hablar un rato con un par de pescadores que nos contaron que el río este año sólo se había congelado en enero y que pescaban trucha arcoiris. Mientras su niña dormía en la barca.
Estaba siendo una mañana guay. Parecía como que la península de Kenai estaba despertando a la primavera. Nos cruzamos con varias motos – cosa que no había pasado más al norte – y también con gente moviendo sus barcos en remolques, supongo que para ponerlos a punto la temporada estival. Conseguimos estar casi una hora sin parar, hasta que llegamos a Soldotna.
Paramos y estuvimos dando un paseo por Soldotna Creek Park, – también realizado con el apoyo del Rotary Club. Estuvimos disfrutando del arroyo, de los dibujos de los niños del pueblo… hasta que hicimos hambre. El elegido fue el restaurante de Don José. Es gracioso porque al ritmo de «El último beso» comimos una pizza de bacon canadiense en un méxicano en Alaska. Por cierto, que vimos en la carta algo que vimos en otros lugares y es que tienen menú infantil/senior. El mismo. Me parece una idea muy buena, para gente mayor que quizá come menos ya.
Estuvimos a gusto, Alaina – nuestra camarera nos invitó a nachos…(y nos explicó que teníamos que empujar la puerta para salir..) Todo en orden. Seguimos camino. Nos equivocamos y cogemos el desvío a Kaliforsnky. (Sí, los fundadores eran rusos que habían estado en California) Damos la vuelta. Llevamos hechos menos de la mitad de los kilómetros de hoy.
Más adelante pararemos para ver el volcán Iliamna al otro lado del mar y después en Ninilchnick a echar gasolina en un «indepently owned Tesoro» como se encargó es explicarme el chico mientras hablábamos del tema de los códigos postales para echar gasolina y veía carteles que animaban a la gente a que sus hijos estudiaran desde casa.
Ahora sí que sí, no volveríamos a parar hasta llegar a Homer. Destino final de nuestra primera parte del viaje. (No paramos porque no encontré al pasar por Anchor Point lo que quería ver) Las vistas de la bahía de Kachemak desde la entrada a Homer son dignas de verse. De hecho, tienen telescopios gratuítos para que lo hagas.
Desde allí bajamos hacia el pueblo. Al puerto natural, una estrecha franja de tierra natural, conocida como The Spit. Había muy poca gente y lo que en verano tiene que ser un animado lugar, estaba completamente cerrado. Casi que por eso molaba más. Lo recorrimos entero llegando hasta el final donde pudimos ver águilas calvas, y donde una señora nos animó encarecidamente – y nos acompañó con el coche para que viéramos el puerto propiamente dicho.
De vuelta al pueblo pasamos por un enorme cementerio de vehículos. Teniendo cuidado con los patos, dimos un pequeño paseo por el lago Beluga y después fuimos hacia el centro donde pudimos pillar wifi para poder hacer este post.
Había sido un día precioso. Hubiera sido genial quedarnos a dormir que ya era tarde, pero teníamos que volver. Todavía hicimos, ahora sí, la parada en Anchor Point, el punto más al oeste de todas las carreteras estadounidenses. Tendríamos más de tres horas de vuelta. Ya de noche.
Al llegar nos cenamos la pizza que había sobrado, las patatas del día anterior y una sopa. Todavía tuvimos ánimos para salir al puerto de Seward a intentar ver la aurora boreal. Pero tampoco tuvimos suerte. (Quizá hubiera dado igual, pero nos dimos cuenta más adelante de que estábamos orientados al este, y debía ser al norte.
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