Sonido de pájaros. Sale el sol. Y nosotros con él. La vida del nómada furgonetero es así. Horarios sincronizados con el sol. 🙂 Arrancamos camino. A diferencia de otros días, hoy tampoco desayunaremos en un McDonalds 🙂
LLegamos pronto a Proserpine. A diferencia de la diosa romana del inframundo, el pueblo no tiene nada de lúgubre. Eso sí, se nota que ya hemos pasado el trópico de Capricornio, y hace un sol fino. En el pueblo el primer lugar que vemos para desayunar es Prossy Pie´s , pero no tienen wifi 😉 ni mucho sitio para sentarse así que buscamos un poco más, incluído un Subway – en donde ahora sirven café – pero nos convence aún menos. Así que vuelta a Prossy Pie´s. Donde no es antiaustraliano pagar por la salsa 😉 La gente desayuna para irse con la bici o de trekking. Nosotros pedimos donuts 😉 Pero no tienen, así que nos conformamos con el café y seguimos nuestro camino hacia Airlie Beach.
Dia tranquilo en Airlie
No sabemos muy bien qué plan tenemos para hoy y para mañana salvo que nos quedaremos por la zona hasta el día 10 que tenemos nuestra excursión. Así que cuando llegamos a la ciudad de Airlie Beach, vamos pensando en si pasar un par de días en un camping justo ahí, en lugar de volver a la Bruce Highway.
Airlie es un pueblo mucho más grande que la mayoría de los que hemos visitado en los últimos días. Bastante turístico. La «puerta de entrada» a las islas Whitsunday. Aparcamos nuestra furgo y nos vamos de paseo por las playas de la ciudad. Paseando entre las tiendas, los turistas – tampoco éramos muchos – y los coches, que según se encargan derecordar las señales tienen preferencia 😉 Será un paseo largo, llegando hasta el final de la marina. Como ya sucediera el día de antes, las piscinas públicas gratuitas acabarán siendo también parte de nuestro plan de por la mañana.
«La piscina da hambre». Sabiduría popular. Así que, tras dar una vuelta por «Boutique Book», sin esperar a volver a la furgo nos compramos un special deal – léase pizza congelada – y nos fuimos a la playa a comer. Justo entonces decidimos que sí. Que camping. Que un poco de comodidad tampoco nos iba a hacer daño. Así que hicimos un poco de búsqueda y ya teníamos camping. No lo miramos, pero estaba justo al lado del aeropuerto, lo que nos vendría genial dos días después. Tranquilos, no era Barajas, no nos molestó para dormir. Y menos teniendo kokaburras cerca. A ver qué habían hace más ruido que uno de estos… 😉
Así que poco más blogable dió de sí el día. Llegamos, encontramos nuestro huequito y nos fuimos a hacer la colada y a recargar ordenadores y móviles. Conocimos a una pareja francesa que nos dio algunas ideas para Bali y Melbourne y después nos fuimos a darnos otro baño a la piscina, donde más o menos mantuve una conversación con una señora lugareña australiana. Una cena de arroz y sopa que no pasará a la historia y a dormir.