La última frontera: llegamos a Anchorage

Aterrizamos en Anchorage a las 4:50 hora local. No hemos tenido incidentes con borrachosEstamos con esa emoción de los lugares desconocidos. Hay lugares en los que uno no ha estado pero que no son desconocidos. Alaska es desconocido y eso mola mucho. (Lo era, estoy escribiendo esto en la misma casa a la que llegamos hace tan sólo ocho días y parece mentira lo que hemos vivido por aquí)

North to Alaska; You go north, the rush is on
North to Alaska; I go North, the rush is on

“North to Alaska” – Johnny Horton

Una de las primeras cosas que nos llaman la atención es que en el cartel de bienvenida se hace referencia a los militares estadounidenses en su vuelta a casa. Muy pronto veremos que están muy presentes en la comunidad en Alaska y que son la mayor proporción entre la población frente a cualquier otro estado.

Nuestra idea es alquilar un coche al día siguiente, pero nos dejamos el carnet internacional en España. Nos acercamos a ver si hay suerte. Nos dicen que sí, que sin problema con el español. Ya con todos los deberes hechos nos vamos a coger el bus hasta nuestra casa de Airbnb. 

El bus no pasa. (Menos mal que podemos esperar dentro de la terminal) Van abriendo más tiendas. El bus sigue sin pasar. Por fin nos damos cuenta que es sábado. No pasará hasta las 8 o así, así que taxi mediante nos adentramos en la niebla de la noche alaskeña.

Anchorage no es muy grande. Tamaño Zaragoza (me he dado cuenta de que mi unidad de medida para las ciudades es Zaragoza, por cierto) por tanto llegamos en seguida. Nuestros anfitriones no están pero nos han dejado las instrucciones para entrar. Sentimos esa alegría que da el ver abrirse la puerta, cuando estás llegando a un sitio siguiendo instrucciones. El piso es precioso, acogedor. (Como decía arriba, aquí hemos vuelto para nuestros últimos días en Anchorage) Son las 7 de la mañana, nos vamos a echar otro rato.

Descubriendo Anchorage

Nos levantamos ya tarde. Seguimos con la emoción. Según dicen, Alaska es el estado más feliz de EEUU. Nos preparamos un café, con french press; y desayunamos rice krispie  que hizo May. Estamos listos, nos vamos a dar nuestra primera vuelta por la ciudad.

No hace demasiado frío. Aunque el suficiente para llevar guantes. Las fotos las hacemos con la nariz para no quitárnoslos. Vamos caminando en dirección al centro. Ehhh no, tras unos 10 minutos nos damos cuenta que el centro es para el otro lado. Vamos caminando hacia el centro. En seguida llegamos al downtown. No se ve prácticamente a nadie. Casi todo está cerrado. Nos mola un montón la sensación de estar aquí. Es sábado. Varias avionetas sobrevuelan la ciudad. Será algo habitual. Lo primero que llama la atención son las pasarelas entre edificios para no tener que salir a la calle.

Lo primero que hacemos es ir a alquilar el coche hoy mismo a una oficina de Avis del centro.  Es family operated. Veremos muchos casos estos días de empresas que anuncian que son locales. Parece lógico. Cogemos el coche. Aparcamos el coche frente al Sheraton, cerquita de la Calle Cordova, una de las pocas herencias de los exploradores españoles. Preferimos ir andando.

Recorreremos la cuarta, la quinta y la sexta avenidas. Pasamos por el parque Town Square  donde un coro de niños está practicando y por el Alaska Center for Performing Arts. Seguimos buscando un sitio para comer algo. Pasamos por delante de los totems del centro de justicia. Pero todo lo que vemos está cerrado. Llegamos hasta Resolution Park, ya en la lengua de agua de Knik que riega la ciudad. Vemos algunas personas más – nativos – que saludan a Nagore. Una estatua de James Cook preside el lugar desde donde se puede ver el monte Denali. (Hasta agosto pasado, y así me lo estudié yo en EGB, el McKinley) El más alto de América del Norte y uno de los más difíciles de escalar del mundo. (Tiene más altura desde su base a la cima que el Everest)

Encontramos un sitio abierto, pero es un pequeño supermercado. No es plan de comer en la calle. También estamos buscando sellos y postales. Visitamos Trapper´s Jack de donde nos mandan a Cabin Fever Gifts de donde nos mandan al Hilton. Ahí conseguimos algunos. Volvemos y compramos postales. Nos dicen que hay a la vuelta, en Keybank, un cajero automático que vende sellos. Vamos, pero no nos coge la tarjeta 🙁

Por fin, en la cuarta, encontramos un lugar abierto. Es una de esas pastelerías del tipo que alguna vez hemos visto en los programas de Divinity o similares de talent shows. Tomamos Winter Squash. Bastante contundente y rica. Nos cuesta lo mismo que llenar medio depósito de gasolina. Pero eso lo sabremos más adelante.

Completamos nuestro paseo vespertino por la cuarta. La mayoría de las cosas siguen cerradas. El Hard Rock Cafe – nos sorprende ver un por aquí – es la excepción. Pasamos por el parque de bomberos que tiene coches de época. Cerrado. Cogemos  el coche y nos vamos ya hacia casa. Encontramos un supermercado – Carrs – abierto y entramos a comprar algo para la cena. De vuelta en casa estaremos tranquilamente escribiendo hasta la hora de cenar y después planificando un poco nuestros próximos días. Ya nos sentimos un poco menos en un sitio desconocido.

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