Koyasan, el monte Koya, será nuestro hogar durante las próximas 24 horas. Este lugar, situado al sur de Osaka, es el centro más importante del budismo shingon en Japón. Será también la primera vez que dormimos en un monasterio en activo.
El largo camino hacia la cima del monte
La montaña tiene unos 800 metro de altitud y no está lejos de Nara. Nos despertamos en nuestro ryokan, la típica cada japonesa de paneles de papel. Nuestra habitación, minúscula, ningún mueble, da al jardón. A esa hora de la mañana no hace calor y la sensación es maravillosa. Para cuando me despierto, Nagore está en pie disfrutando de la mañana.
Saldremos a la sala principal a desayunar. En la cocina, en una mesa redonda, un grupo de japoneses apura sus bebidas. El anfitrión nos invita a sentarnos en la entrada. Es la primera vez que vemos y usamos uno de los típicos huecos en los que te sientas en el suelo y son tus piernas las que se colocan debajo del hueco de la mesa.
Recuerdo el viaje como largo. El primero en Japón que no fue en shinkasen. En cercanías hasta la estación de Namba en Osaka y desde ahí tras esperar un poco, mediante el ferrocarril Nankai Electric hasta la estación de Gokurakubashi en la base de la montaña. Recuerdo perfectamente que la estación empezaba por Goku y que nos referíamos así al funicular. Un funicular con cable, que sube en 5 minutos desde allí hasta una estación desde la que salen autobuses al centro del pueblo.
Llegada al templo
Habíamos reservado con atelación – recuerdo que habíamos leído que se consideraba de mala educación en general ir a un hotel o alojamiento sin reserva – en un monasterio precioso, llamado Henjoko in. Recuerdo que pagamos en torno a 200€ la noche, incluyendo la cena y el desayuno. Fue durante mucho tiempo el importe más alto que habíamos pagado por un alojamiento. Cuando hicimos la reserva, un comentario decía que no merecía le pena. Recuerdo que Nagore y yo pensamos «vaya, este no sabe apreciar el valor de las cosas» tras la estancia, estábamos de acuerdo con él. Hoy, escribiendo esto en 2020, lo recordamos, sin embargo, como una experiencia bonita.
Para cuando llegamos, comenzaba a llover. Nos recibieron y nos hicieron esperar un cierto tiempo, mientras preparaban nuestra habitación. El recuerdo más nítido que tengo de templo, además de sus largos corredores de madera y su jardín que a mí recordaba a cómo debía haber sido el de Nicholai Hel en Shibumi, es de la desnuda habitación y sobre todo el de la cisterna del baño. Con un minilavabo encima de tal manera que al pulsar para que se vacíe la cisterna el agua de al cañería pasa por el grifo para que puedas lavarte las manos y ese agua es con el que se llena la cisterna. Maravilloso. Con el paraguas que nos prestaron nos fuimos a descubrir la ciudad.
Cementerio Okunoin en Koyasan
Nuestra Lonely Planet nos encaminó hacia el cementerio de Okunoin. El más grande de Japón. No soy un gran fan de visitar cementerios, pero guardo un gran recuerdo de nuestro paseo por él. El ambiente era tranquilo. Había dejado de llover. En el cementerio descansa en su meditación infinita, Kōbō-Daishi monje, funcionario público, erudito, poeta y artista japonés, fundador de la escuela del budismo shingon.
El camino, de unos 2 kms, lleva desde la entrada en el puente Ichino-hashi hasta el mausoleo de Gobyo. Cerca de 200.000 monumentos funerarios construidos a lo largo de siglos – y qe se sigan construyendo en la actualidad como puede verse en las fotos – son la última morada de señores feudales de muchas épocas que decidieron descansar junto al monje.
A mí me llamó poderosamente la atención los monumentos construídos por corporaciones en honor a empleados ilustres, pues confirmaba mis ideas sobre el lugar que la compañía donde una persona trabaja, ocupa – u ocupaba, no lo sé – en la vida de esa persona. Al final del camino, en un claro, nos encontramos con el mausoleo, fue una vista bastante impresionante tras el camino bajo la umbría de los cedros centenarios. No entramos ni tampoco a Torodo, el salón de las lámparas, no recuerdo porqué. 🙂
El mausoleo de Tokugawa y el recinto Danjo Garan
Nuestro segundo destino era el mausoleo de los Tokugawa. Ordenado construir por el shogun Tokugawa Iemisu (1604-1651), el tercero de la familia, en honor a su abuelo Tokugawa Ieyasu, fundador del linaje y del shogunato, que no está enterrado aquí, sino en Nikko. Visitaríamos su tumba en los días posteriores. Como algunos días más en Japón, no haríamos una comida fuerte ese día. Compramos distintas cosas desconocidas en una tienda de alimentación y nos las comimos de camino allí. El recinto es un lugar pequeño y recogido. Mi principal recuerdo del lugar es su tranquilidad, que nos olvidamos el paraguas y una impresionante mariposa negra a la que estuvimos observando largo tiempo.
Desde allí fuimos hacia el recinto Danjo Garan, que cuenta con una veintena de templos y edificios, incluyendo el Konpon Daito, la «gran pagoda» de un solo nivel, reconstruida a finales de 1930 y pintada totalmente de rojo y que está ubicada en el centro de un mandala en forma de flor de loto formado por las ocho montañas que rodean Koyasan.
Sentos, kimonos, almohadas de arroz y cena para dos
Comenzaba a atardecer y nos pusimos en camino hacia nuestra casa-monaterio. Nos dimos cuenta que nos habíamos olvidado el paraguas y nos pusimos en camino hacia el mausoleo Tokugawa. Ahí estaba, poca gente y en Japón. 🙂 Seguía atardeciendo, nos pusimos en camino hacia nuestra-casa monaterio. Hora del baño. Separados. No puedo contar cómo fue la experiencia de Nagore, pero la mía fue…. un desastre! Y mira que había leído cómo era la forma correcta, pero nada, no lo hice bien, me había olvidado. Me metí en la bañera antes de ducharme. Había dos chicos más que no dijeron nada. Después me senté en el taburete para la ducha. Pensaba en cuánta gente habría usado ese taburete… en fin que fue una situación curiosa más que otra cosa.
Serían sobre las 18:00 de la tarde. Pedimos que nos prepararan la cena y nos llevaron a otra sala en donde nos sirvieron la cena. No la recuerdo como particularmente buena, pero sí una experiencia muy agradable. Me quedé frito, Nagore dice que sobre las 19:00 poco después de iniciar un libro sobre la historia del budismo.