Dormir en el desierto del Thar

Hoy será un día para recordar. Lleno de sensaciones y buenos momentos. Pero como en Nyumbani no somos Tolkien y no podemos pasarnos 26 hojas describiendo las sensaciones que evoca la hierba antes de una batalla, yo creo que va a salir un post cortito 🙂 Tren, dormir, camello, dormir en el desierto. Venga que no… un poco más largo 🙂

Jaisalmer, la ciudad más limpia

Sobre las 6 de la mañana llegamos a Jaisalmer. Es una de las ciudades indias situadas más al Oeste.  Tendremos ocasión de conocerla bastante pues vamos a pasar varios días aquí. Pero hoy no. Tras la que acabará siendo nuestra última noche en tren en el país, Padam nos está esperando para llevarnos a su casa. El lugar que hemos escogido es maravilloso. Nos hemos venido arriba 😉

Las primeras sensaciones ya son buenas. El alojamiento está dentro del fuerte. De hecho hay muchas tiendas y restaurantes en su interior. Algo que no habíamos visto en otras ciudades del Rajhastán.  Llegamos. El balcón de Ali babá está libre para nosotros. Como muchos días en el país, veremos amanecer. 🙂 Después rico desayuno, un poco de digitalnomadismo y ducha.

Serían las 11 de la mañana y habíamos quedado a las 14:00 para el comienzo de nuestro tour. Así que nos fuimos a dar un paseo por la ciudad. Bastantes turistas y pese a todo, bastante más tranquilidad que en otras ciudades. Muy limpio en general. Bellas tiendas, bastantes librerías… no sé, nos moló. Tras el paseo, comimos algo justo abajo de la azotea del castillo, en una german bakery. Es la segunda o tercera que vemos en India, me resulta curioso que el reclamo comercial sea que sean alemanas y no francesas… jejeje.

La ciudad abandonada de Kuldhara

Las primeras horas del día ya han molado mucho. Y las de la tarde no defraudarán. El plan de hoy es dormir en el desierto. A cielo raso. Era una opción más barata y además nos llamó bastante la atención desde que Padam nos lo dijo 🙂

A las 14:00 en punto viene Mocoón al balcón a recogernos. Vamos a ir caminando a coger su coche y ponernos en ruta. De camino conoceremos a Artur y María, dos chicos polacos que serán nuestros compañeros de aventura.

Comenzamos a dejar atrás la ciudad adentrándonos en el desierto del Thar. Las casas cada vez son más dispersas. Pronto llegaremos a un pequeño pueblo. Pero nadie vive allí 😉

Se trata del pequeño poblado de Kuldhara. Cuenta la leyenda, y eso mismo nos dijo Mocoón, que el pueblo, donde vivían 1.500 personas fue abandonado de la noche a la mañana, hace unos 300 años ¿El motivo? La negativa del jefe de la aldea de entregar a su hija al brahman. La visita fue breve. Paseamos entre las casas, calles y templos, algunos de ellos reconstruidos de cara a los turistas, y ya al rato de vuelta al coche.

Turbantados en el oasis y a cabalgar

Siguiente parada, un cercano oasis. Allí Mocoón nos colocó los turbantes a todos para protegernos del sol durante el trayecto de hora y media en dromedarios que teníamos por delante. Allí tuvimos la oportunidad de aprender algo más de botánica.

Nos habló de la variedad de pino Kesiya, (que trajeron de Israel) y sobre todo del khejari, el árbol característico de la zona: de sus hojas se. Sus hojas se comen, en un plato llamado: ker sangrilas alubias del desierto, que probaríamos durante nuestra estancia en Jaisalmer y que realmente estaban muy buenas.

Tendríamos a partir de entonces esa hora y media de camino hasta donde dormiríamos esa noche. Ya cerca de la frontera con Paquistán (la broma preferida de Mocoón y de Hani, el chico que nos acompañó guiando a los camellos dromedarios, fue decir que nos llevaban para allí)

No era la primera vez que yo montaba en un camélido 😉 pero sí la de Nagore y tanto a ella como a mí se nos acabó haciendo un poco largo del trayecto 😉 Pero moló mucho en cualquier caso. Incluso nos cruzamos con un águila y un ciervo. Ya justo al atardecer – todo medido – llegamos a la zona de dunas (el Thar en esa zona no es un desierto particularmente arenoso) donde dormiríamos. Bastante cerca podía verse la carretera 😉

Noche estrellada

Disfrutamos de una preciosa puesta de sol. Disfrutamos de una sencilla y rica cena y de la sobremesa con chai. Era ya noche cerrada cuando nuestras «camas» estaban listas. Fue una noche única. La sensación de dormir completamente al raso (creo que sólo una vez lo había hecho) medio alejados de la civilización, (rodeados por los escarabajos del desierto 😉 fue maravillosa.

La visión de las estrellas era impresionante. Pero no del todo, pues aunque lógicamente no había casi contaminación lumínica, quedaban seis días para la mayor luna llena en 70 años. Sin embargo, nos pusimos el despertador sobre las 3.00 pues la luna ya se habría ocultado por el horizonte. Creo que nunca olvidaré ese cielo. Pero mis habilidades con la cámara no dieron para lograr inmortalizarlo.

Mientras nosotros dormíamos en el desierto, ajenos a todo, el gobierno indio estaba anunciado algo que afectaría enormemente a la vida del país – y algo a la nuestra – durante los siguientes meses.

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