Descubriendo Kioto

Como se puede ver en las fotos pasaremos mucho calor en este viaje a Japón. Hoy ya hemos dormido en Kioto y no tendremos demasiado jetlag. Nos levantamos en nuestro hostelito y nos vamos a desayunar a un lugar cercano, con nuestra guía Lonely en la mano.  Hoy andaremos mucho, nos perderemos y conoceremos de primera mano el ánimo de ayudar de los japoneses.

Palacio imperial ¿cerrado?

El primer objetivo del día es visitar el palacio imperial de Kioto.  Hoy (estoy escribiendo esta crónica en 2020) no es necesario, pero en 2012 era necesario planificar una visita a través de la Oficina de la Casa Imperial.  Es algo que no sabíamos. (No somos mucho de planificar) Así que nuestra visita se limitó a los jardines y a las avenidas exteriores.

Lo que sí recordamos Nagore y yo perfectamente es que ella se acercó mucho a una de las paredes de las casas laterales – buscando sombra para protegerse del sofocante sol – y sonó una alarma o una voz para que se alejara. 🙂 Pasamos un rato en el cercano  Templo gojo-in y desde allí nos dirijimos al que sería nuestra segunda visita del día.

El castillo de Nijo

Este sería el primer sitio de Japón que visitamos realmente. Como tal, fue muy interesante ver toda la construcción de madera, los jardines (japoneses ;-)) tan bien cuidados, la construcción elevada sobre pilotes… El castillo de Nijo funcionó como residencia de la familia Tokugawa – la iríamos conociendo poco a poco durante nuesto viaje, fue el linaje del tercer shogunato – hasta 1867, cuando la corte imperial se instaló en él en el marco de la restauración Meji, que devolvió el poder al emperador.

Recuerdo que salimos del recinto muy tranquilos, relajados. Siguiendo el canal por la avenida Kurama Kaido, disfrutando de nuestro café helado Boss, (que volveríamos a ver muchos años después en Nueva Zelanda) para después girar para enfilar a la estación de Marutamachi y de ahí en tren a la estación de Inari.

El templo de Inari

Quizá uno de los templos más conocidos de todo Japón, se encuentra cerca de uno de los sitios más importantes de todo Japón: las oficinas corporativas de Nintendo. Creo recordar que intentamos encontrarlas (nuestro amigo Fanego estuvo tiempo después, es un edificio de ladrillo blanco, poco más) y quizá por eso nos perdimos. Llegamos a una zona completatamente residencial. Sin tiendas ni bares ni nada parecido. Y así fue como nos sucedió una de las cosas que más recordamos de Japón.

Tras varios intentos, al final paramos a una mujer por la calle para preguntarle como llegar a Inari. No hablaba inglés, pero nos pidió por señas que le acompañáramos.  Nos llevó a una tienda o similar y nos paso a una trastienda donde recuerdo una mesa amplia con papeles. Empezó a llamar a gente, bastante, que hablaban entre ellos. Finalmente habiendo entendido por fin qué queríamos, ella misma – creo – nos pidio que le siguiéramos y nos llevó a una parada de transporte púublico – distinta a la que habíamos llegado – y nos indicó cómo llegar.

Así que por fin llegamos al templo de Inari. O más correctamente Fushimi Inari, el más grande de los 32.000 que hay dedicados a su figura en Japón. Inari es es la deidad japonesa de la fertilidad, el arroz, la agricultura, los zorros, la industria y el éxito en general. Cada uno de los miles de toris ha sido donado por alguien que ha tenido éxito.

Por nuestra parte, tras purificarnos con el ritual habitual de los templos sintoistas de los cazos con agua, emprendimos la subida a la colina donde está el templo, pasando por debajo de los bellos tori. Fue una tarde especial. Muy agradable, paseando, hablando tranquilamente, sacando fotos y disfrutando en general

Templo Kiyomizu, para la próxima

Poco a poco iba atardeciendo. Era un buen momento para emprender el camino de vuelta. Trenecito a las estación central de Kyoto, a 10 minutos del hostel. Paseando ya anocheciendo vimos a lo lejos el templo de Kiyomizu pero ya no subimos. Udon y katsu curry. Un paseíto, un rato en la sala común del hostel, y a descansar.

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