De San Miguel de Allende a Querétaro

Llegaba el día de marcharnos. Tras dos días en San Miguel de Allende y seis en total en el estado de Guanajuato. Nuestro viaje continuaba hacia el vecino estado de Querétaro, donde llegamos a su capital.

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Nos levantamos tranquilos y estuvimos por casa escribiendo. Desayunamos con David que nos ofreció un gran café orgánico y estuvimos viendo sus litografías y nos contó que trabaja tanto con óleo como con acrílico.

Ya alimentados y supervitaminados fuimos a la estación a comprar los boletos para el autobús a Querétaro. Estuvimos dudando un rato entre ETN o Primera Plus y nos decidimos por el segundo, que vendía el billete de otra compañía más sencilla. Me llamó la atención que la gente del mostrador ofrecía gritando los destinos del autobús. Supongo que tendrán comisión. Pero es algo que me llamó la atención desde el primer día de turismo por CDMX. La gente ofrece por la calle en voz alta lo que venden. Continuamente.

Un autobús que iría parando en todos los posibles arcenes y pueblos que encontró. Comimos algo rápido en el Hotel Estación, mientras sonaba Marcela Mangabeira, con sus versiones bossa nova de grande éxitos pop. Ya en seguida a por las cosas, a despedirnos y dar las gracias a Mónica y David y hacia el autobús.

Primera impresión de Querétaro

Al llegar y puesto que la estación queda un poco lejos del centro, pedimos un uber. Jesús viene a recogernos y nos lleva al Airbnb. Se ve en seguida que Querétaro es una ciudad grande (para el estándar español al menos).

Nos recibe la señora de la casa y conocemos a Canela, el pitbull de la casa. Lo primero que hacemos es – como otras veces – ir a llevar la ropa a la lavandería. Ya con eso listo nos vamos para el centro. Vemos a la gente reunida hablando sobre algún tema relacionado con la ciudad, paseamos, mientras se va poniendo el sol hasta la plaza de la Corregidora, con su impresionante escultura frente al árbol de la amistad. Caminando hacia el norte llegamos al río, (donde vemos a una fuente iluminada parecida a una muy familiar.

Tras un descanso en el río, volvemos en dirección sur por Benito Juárez. Ya casi ha anochecido cuando pasamos por el Teatro de la República – donde se proclamó la Constitución de 1917, la vigente – de camino al Jardín Zenea. Compramos unas tortas (bocadillos) en Willy´s y nos los comemos tranquilamente en la plaza. La luna llena está preciosa y hace juego con la torre iluminada del monasterio de San Francisco.

Después de cenar un paseo por las tiendas de la calle Madero que nos lleva a ver la estatua de Neptuno en el jardín Guerrero. Hace buena noche. Es un buen momento para ir a casa ya.

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