Bailando en Anuradhapura

Pues ya estamos aquí. Es curioso, pero pese a llevar varios meses viajando y algunos meses por países en los que no conocía, en Sri Lanka tengo la sensación de estar en un lugar «exótico», cosa que no me pasaba en el sudeste asiático.

kuala-colombo.png

Nuestra última foto en Kuala Lumpur es para Samsung 🙁 Cuatro horas después aterrizamos en Colombo. Pese a la movida de haber tenido que imprimir el visado, la chica no nos lo pide ver. Pues nada. Ya estamos aquí. La primera cosa que me llama la atención es que venden lavadoras en el aeropuerto 🙂

Estamos bastante cansados después de haber dormido apenas un par de horas. Además, hoy tenemos previsto hacer el viaje más largo de los que vamos a hacer en el país, yendo hasta Anuradhapura, la ciudad más al norte que visitaremos. Nos sentamos un poco en la sala de espera general del aeropuerto y compramos nuestra habitual SIM. En esta ocasión, viendo los precios (28 GB, 1 mes, 22$) decidimos comprar un buen plan de datos por si nos hace falta tirar de él en lugar de wifis flojitos. Estoy escribiendo esto ahora tirando de él, unos días después.

Decidimos que vamos a ir en coche privado. A lo loco. Negociamos con un señor de una empresa de taxis. Son 8.000 rupias. Vamos a pensarlo un poco. Aquí va a ser fácil – más o menos – calcular la conversión de los precios a euros. Una rupia de Sri Lanka tiene exactamente el mismo valor que el que tenía una peseta. Así que… aquí nos tenéis, por primera vez en años, diciendo «esto son 100 pelas»

Antes de ir a ningún lado, subimos a la food court, a desayunar. Un cafecito y varias eclairs. Algo que, por lo que veremos más adelante y pese al nombre, es típico del país. Se me colaron la mitad de los empleados del aeropuerto.

Pues venga, vamos a pillar el coche. – What is your name? – Pedro. P, e, d…  – No, not necessary. Show me your hotel name. Wait a minute. You are going to Anuradhapura, you said to me Ratnapura. No, no, no. We cannot take you there.

Así que mis recien adquitidas dotes de pronunciación de ciudades srilankesas no habían servido. Pues nada. En tren. Que es lo característico del país. El aeropuerto está casi en Negombo, bastante al norte de Colombo, pero ya no parecía que cuadrara para coger el tren cerca, así que nos tocaba ir a Colombo y tomar desde allí el tren al norte.

Estación Colombo Fort

Uber a Fort Station. 13€, casi una hora (!) por una de las mejores autopistas que hemos visto en meses. Llegamos a la ciudad. Pasamos por un mercado flotante con muy buena pinta y en seguida llegamos a la estación.

El tren de Colombo a Anuradhapura nos costó 640 rupias para las dos. Sí, 2€ por persona. Mucho menos que el uber. Tendríamos unas 5 o 6 horas por delante. En segunda clase. Quedaba una hora y media para la hora de salida programada, las 12:50. Fuimos a comprar justo al lado agua, unas manzanas y unas samosas non spicy para el viaje. Conocimos a Kamal, guía certificado que se ofreció para ser nuestro conductor y responsable de alojamiento durante nuestros días posteriores a Anuradhapura. Todo incluído. Por 120€/día. Nop, no es el plan.

Así que nos fuimos a esperar al tren. Llegaría una media hora tarde. Nos dio tiempo a descansar un poco y ver algunas escenas de la vida de los lugareños. Lo dicho, me sentía – y hacía mucho tiempo – fascinado por la diferencia cultural. (Que luego tampoco es mucha en general) También vimos entre las vías a nuestra rata de cada país. 🙂

Llega el tren. Ya nos había comentado Kamal que estuviéramos atentos. Los asientos no están numerados y es una pequeña batalla por pillar libres. La gente mete sus cosas por las ventanillas abiertas. Tras formar – y sufrir – un pequeño tapón a la entrada, logramos sentarnos. Ufff. Menos mal. No estábamos para tirarnos horas de pie en el pasillo.

El tren va hasta arriba. «Esto es real, tío» que parodiaría Fanego. El paísaje se va haciendo más bonito conforme dejamos la ciudad. Pero nada que ver con lo que veremos días después. Pasando por Veyangoda oímos un fuerte golpe. Parece que  hemos chocado algo. Al final llegaremos con una hora de retraso. Varias personas recorren el tren vendiendo agua y varivarivarivariiiiiii  (cacahuetes, creo, o comida en general)

Poco a poco va atardeciendo y el tren se va quedando vacío. El paisaje va pasando por las ventanillas, retazos de vidas ajenas que se mueven al mismo  ritmo que las páginasde mi novela. (Chúpate esa, Góngora)

Llegada a Anuradhapura… y sorpresa

Llegamos a Anuradhapura. Nos bajamos en la estación de New Town. Nagore piensa, acertadamente, que estará más cerca de nuestro hotel.

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Un tuk tuk y para allí. 150 rupias. 🙂 Me sorprende ver una tienda oficial de Microsoft (o exactamente igual) de camino al hotel. Llegamos y hay algo raro. No es un sitio muy grande. Pero no hay ningún huésped. Dejamos nuestras cosas y nos dice uno de los chicos que nos duchemos rápido que vienen a por nosotros. Toda la gente del hotel está asisitiendo a una fiesta para conmemorar el primer aniversario de un proyecto de turismo de desarrollo local.  (No estoy seguro que sea esa asociación, pero se llaman igual. También había gente del gobierno de la provincia del Norte) El proyecto: veinte familias han construido un hotel homestay que explotan de manera conjunta.

Para allí que nos vamos. En el tuktuk nos acompaña Gabila, de 9 años. Cuando llegamos hay un pequeño discurso (de uno de los huéspedes 😉 y un concierto de dholak, cítara y un  acordeón horizontal. Tras ello, cena y baile. Una chica nos hace un baile de una película india de 2012 que fue un fenómenos en esta región del mundo. Se sale.

Luego nos animamos todos a bailar un poco y al rato se da por concluído el evento. Todavía tendría tiempo de tomar una cerve con nuestros co-huéspedes (un par de parejas alemanas y holandesas) en el hotel. Día largo. Este país tiene muy buena pinta. (No defraudará)

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