Comida, acero y tradición

Nuestro primer amanecer en la capital coreana. El sol que entra por la ventana de nuestro minipiso en la planta 18 nos despierta. Estamos súper contentos. Hoy comenzaremos nuestros días en Seúl. Tenemos muchos planes previstos para la ciudad – algunos gracias a la invitación de Airbnb a su programa beta de City Hosts–  pero hoy no. Hoy improvisaremos.

Parque Namsan

Venga, dime algo de Seúl. Si como nosotros, hasta entonces, no eres un gran conocedor de Corea quizá te vengan a la mente los JJOO del 88 y… Sense8! Jejeje. Así que, créelo o no, esa fue nuestra primera visita en la ciudad.

Desayuno viendo la tele. Algo que no siempre podemos hacer 🙂 Un conjunto de coreanos está de visita en Barcelona en una especie de Coreanos por el mundo pero al revés 🙂 El parque de Mansan está cerquita en metro de nuestra casa y para allí que nos vamos.

Primera parada, una oficina de Correos de Corea que está cerquita del parque. Queremos ver cuánto nos cuesta enviar un paquete a casa. No llevamos equipaje, así que las poquitas cosas que compramos se van amontonando en nuestro equipaje de mano y algo hay que hacer con ellas 🙂 Un señor súper amable nos resuelve todas las dudas. Sí, mandaremos una caja a España. Sí, compraremos por tanto algunas cosas en Corea 😉

Nos perdemos un poco, pero en seguida recuperamos el camino hacia el parque. Entramos justo por la zona de la antigua muralla de Seúl, aunque no sabremos que lo es hasta que veamos un cartel bastante más arriba. Este es justo el lugar donde Sun hace ejercicio en el capítulo #10. Check. Hoy no está ella, pero sí un lugareño que entre carrera y carrera va cantando a voz en pecho el aria de Turandot 🙂

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Paseo por el parque. La torre de Seúl, uno de los iconos de la ciudad, pero no lo sabíamos hasta verla, preside todo el parque. La colina sobre la que se erige, fue votada por los vecinos de Seúl el lugar más representativo de la ciudad. Hay un teleférico que llega desde el parque hasta la base de la torre y luego un ascensor que te lleva a los distintos pisos de observación. Pero no era ese nuestro plan. Entre esculturas a algunos de los personajes insignes de la historia del país y preciosos girasoles, dejamos el parque.

Puerta Sungnyemin y mercado Namdaemun

Así pues, salimos de Namsan sin rumbo definido. Seguíamos sin saber nada de Seúl y mola porque todo eran sorpresas. Visto en retrospectiva, era lógico que si acabábamos de ver el lugar donde había estado la muralla inicial de la ciudad, cerca veríamos una de las puertas de acceso. Y efectivamente.  En medio «de ningún sitio» ahí estaba. La puerta Sungnyemin. También conocida como puerta del Sur o puerta de las Ceremonias. Construida en el siglo XIV y reconstruida completamente – como muchas cosas en Corea – en los años sesenta del siglo pasado.

A unos pasos de la puerta, está el mercado Namdaemun, un lugar frecuentado por turistas y por lugareños. Puedes encontrar calcetines de Psy o comida. Mucha comida. Y así, entre puesto y puesto,  fuimos comiendo. A los coreanos, les encanta la comida en palo – como ya habíamos visto con las patatas en espiral en Busan – y hoy disfrutaremos de una de ellas, el perrito con patata 🙂 (Perrito caliente, no perro de verdad. Una comida que según nos contará Jay unos días después es cada vez más infrecuente en el país entre la gente joven) Nuestro otra comida será el hotteokya que mientras paseábamos vimos que un señor lo estaba preparando justo en ese momento y no pudimos quisimos resistirnos. Buenísimo, mucho mejor que el envasado que habíamos desayunado en Busan 😉

Uno de los reyes de la comida callejera coreana, el Hotteok  es una masa dulce rellena de una salsa de cacahuete y azucar moreno caliente y cremosa. Un manjar 🙂

El perrito con patata (a veces lo ves con patatas fritas) es otro clásico de las calles de Seúl: la salchicha envuelta en patata, rebozada y salseada con ketchup y azúcar. No, no está buena, pero es extrañamente apetitosa cuando la ves.

Seoul Plaza y el Ayuntamiento de Seúl

Ya con el estómago algo lleno seguimos nuestro recorrido improvisado por el centro de la ciudad lo que nos llevó, caminando por un centro comercial subterráneo, a la plaza del ayuntamiento.

Justo ese día había una feria de «cosas varias». Veríamos en nuestros días allí que en Seúl, quizá porque aún hacía muy buena temperatura al final del verano (tras varios meses volvíamos a visitar un país con cuatro estaciones), les encanta organizar cosas en la calle. 

Esa tarde entre los cánticos gagok en directo (patrimonio inmaterial de la humanidad) y los golpes del martillo de un herrero pudimos pasar el rato entre loros, cotorras como las australianas, caballitos de realidad aumentada… Lo dicho, cosas interesantes cada dos pasos. Y así toda la semana 🙂

Cruzamos ya la gran explanada de césped y entramos al ayuntamiento. A mí me sonaba, creo que de la primera vez en mi vida que leí algo de arquitectura, que el arquitecto que lideró la renovación del Louvre con su pirámide (tan controvertida en su época) era un surcoreano. Pero no, es Ieoh Ming Pei. Yo le decía a Nagore que quizá la renovación del ayuntamiento, también mezclando la estructura anterior con una más moderna, era del mismo autor. Pero tampoco. Es de Yoo Kerl. 

El edificio es muy bonito, integrado con el antiguo edificio que ahora es la biblioteca central de la ciudad. Dentro tiene un jardín vertical, que era en 2013 el récord Guinness del más alto del mundo. Ya no. Bajamos al sótano, subimos a la azotea, tomamos café, vimos una exhibición de frutas feas (interesantísimo tema este) y pasamos un rato en las salas de exposiciones y uso lúdico, mientras sonaba la BSO de El Padrino. Nos dieron ganas de quedarnos a vivir en la ciudad. Aunque es cierto que es parecido a Centro Centro. 🙂

Saemunan-ro

Dejamos ya el ayuntamiento e intentamos ir a la biblioteca. Un clásico para nosotros.  Sin embargo, un chico nos avisó que estaba cerrada por ser lunes. Pues nada, ya volveremos.  Cruzamos la avenida de Saegong-daero. (Interesante el tema de cómo nombran a las calles) Pasamos por la catedral anglicana, pegada a la embajada británica 😉 pues queríamos visitar el palacio de Deoksugung, pero también estaba cerrado por ser lunes.

Así que vuelta a la avenida y en dirección norte, que habíamos visto otro palacio molón al fondo. (Improvisando todo el día 🙂 Paramos en un C&U a comprar algo más de comer y para allí que nos fuimos.

De camino vimos un pequeño memorial de la guerra de Corea y algo más al norte un conjunto de puestos que recuerdan la tragedia del hundimiento del Sewol, de la que habíamos leído en Filipinas.  Llegamos al final de la avenida, la entrada al palacio de Gyeongbokgung, justo cuando se ponía el sol. Y justo cuando cerraban. 🙂 Pero fue un paseo muy agradable. Volveríamos. Varias veces. Nuestra idea era ya ir caminando de vuelta que el día había sido largo.

Todavía tuvimos tiempo de dar un paseo por las cercanías de un museo de Arte moderno y enfilar por Saemunan-ro. Compramos nuestra tradicional copia de «El Principito» en idioma local y tomamos ya el metro rumbo a casa. Llegamos a casa justo a tiempo de ver la puesta de sol desde nuestro ventanal. Una bento-cena (un C&U 24 horas en el edificio fue una bendición para nosotros esos días) y a descansar.

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