Beverly Hills, Bel-Air, Malibú y Santa Mónica. Y una barbacoa

¡Desayuno de los campeones y día de conocer California! Unas 12 millas separan nuestra casa del Observatorio Griffith por la autopista más antigua de la ciudad. Construida para que las señoras de la costa Este que venían en los años 20 a sus segundas residencias pudieran ir al centro a comprar.

Estrellas en el cielo…

El camino hacia el observatorio está lleno de coches. Es temprano por la mañana pero ya hay varias zonas de parking cerradas. Walter está atento y en seguida encuentra un sitio. De camino hacia la entrada y bajo el sonido de un helicóptero volando en círculos (nos enteraremos al día siguiente que buscaba un cadaver :-(tenemos vistas ya cercanas de la Hollywood sign.

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El Observatorio Griffith se encuentra al sur de la montaña de Hollywood y en el parque del mismo nombre, y fue escenario de entrenamientos del programa Apolo. A mí me encantan. Disfrutamos de varias de sus salas, recordando las clases de astronomía del colegio. Desde lo alto se tienen privilegiadas vistas de la ciudad de Los Angeles y del oceáno.  Un busto de James Dean conmemora la aparición del observatorio en «Rebelde sin causa». No es algo extraordianario, en 2011 hubo 346 días de rodajes.

Desde allí y por caminos desconocidos para la mitad de los mortales, Walter nos acerca al cartel de Hollywood. La señal, que comenzó siendo una campaña de exteriores de una inmobiliria, mantiene igual que siempre su metáfora de éxito, fama, dinero, diversión…Fue muy curioso estar allí. Como curioso fue bajar por Mullholland Drive. 

… estrellas en la tierra

Una vez cumplida nuestra visita, fuimos a otro hito de la ciudad, esta vez a comer en él. El Mel´s Drive In. Un genial ejemplo de la arquitectura Doo Wop, que a mi particularmente me llama mucho la atención y que surgió aquí, en el sur de California en los 50.  El lugar ha sido escenario de numeros películas, entre ellas y de manera preeminente de American Graffiti, la segunda película de Goerge Lucas y el nombre de mi comida 🙂 El ambiente moló y la comida también. Justo a la salida vimos una de las obras de arte del Gibson GuitarTown , guitarras gigantes para homenajear a músicos por toda la ciudad, que lleva haciéndose desde hace años.

Y desde allí y tras recoger el coche del valet, un sorprendente recorrido por lo más in de la ciudad. Kilómetros de Sunset Boulevard, hasta llegar a Beverly Hills (que es un pueblo distintos a Los Angeles) desde ahí por la ultracara Rodeo Drive, donde no conocía la mitad de las marcas de las tiendas hasta que vi un Sephora que había logrado hacerse hueco en ese monumento al dinero, y de ahí a Bel-Air, donde no vimos al joven de Philadelphia que vivía allí en los 90. Impresionantes casas, impresionantes coches, (uno de ellos detenido por la policia delante nuestro) y rumbo a Malibú.

Santa Monica y Malibú

Tras 22 millas, Sunset Boulevard acaba en la autovía del Pacífico. Todavía quedan unas millas hasta Malibú. En su momento era una parte del territorio de la región chumash de indígenas americanos, que lo llamaban «Humaliwo» o ‘los sonidos del oleaje fuerte’. Nosotros, al igual que el explorador Carrillo (explorador de California, español, no recuerdo haberlo estudiado) llegamos a la laguna de Malibú, donde May nos explicó en qué consiste la costumbre de ir a coger grunions.

Desde allí dimos un paseo por la playa viendo enormes casas – apoyadas en pilotes de madera – en primerísima línea de playa. Nada de «ley de costas» por aquí. No vimos a Charlie Sheen ni a Hanna Montana. Por cierto, que aquí se esparcieron las cenizas de Scatman John.

La siguiente parada fue otra mítica ciudad del condado de Los Angeles: Santa Monica. Donde transcurrían las aventuras de Pamela, Carmen, David y el resto.   Justo llegando al pier vimos el un Hotel California.  🙂

Estaba hasta arriba de gente, muchísimos de ellos en el pier, donde teníamos que tener ojo para no tropezar con el Jesucristo rockero, o el trapecista mientras disfrutábamos de las vistas o de la espectacular montaña rusa (que nos recordó a Coney Island) Justo en el pier hay un hito que recuerda que ahí mismo termina la ruta 66. (Pendiente para el futuro, claro)

De camino ya al coche pudimos ver una interesantísima competición de Roller Derby, del que alguna vez había leído.

¿Qué cómo terminamos el día? Con una visita a Bristol Farms,  donde compramos alcachofas, espárragos, patatas, salchichas y rib eye steak. (Además de ver productos de la marca de comida de Paul Newman, que me sonaba que existía) Ingredientes para el pedazo de barbacoa que Walter y May se curraron para cenar.

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