Whitsundays por el aire y bajo el mar

Un día muy largo y lleno de cosas nuevas el que vivimos hoy. Habíamos contratado una excursión completa para conocer las islas Whitsundays y no defraudó.

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Habíamos quedado a las 7:30 en el aeropuerto. Para los horarios que llevamos esos días, eso era como quedar a media mañana. Lo primero que haríamos sería un recorrido en avioneta por las islas. La aeronave fue una Gippsland GA8, con capacidad para 7 pasajeros. Yo conocía las Cessna, de los libros de Michael Crichton, pero no a esta compañía australiana. En seguida conocimos a Josh, nuestro piloto que nos explicó las medidas de seguridad. En la pista, antes de subir. 🙂

Volaaaaaaare

Di blu, di pinto de blue… impresionantes las islas vistas desde arriba. La arena blanquísima, el azul turquesa… el avión, con sus ruedas de Michelin Aviation estaba bastante más estable de lo que hubiéramos pensado. Había un ruido ensordecedor a bordo, pero nada más. Josh nos iba contando cosas de las islas por el interfono, pero yo no entendía nada 😉 A mí todo me recordaba a Seis días, siete noches, claro. ¡ay! Acabo de darme cuenta que el amigo Ford tuvo años después el accidente de avioneta, pero no había asociado hasta ahora…

Bueno, que disfrutamos mucho del viaje. Sobrevolamos bastantes de las islas e islotes. (Estas islas, están muy cerca de los arrecifes de la Gran Barrera de Coral,  y son consideradas como tal, pero son islas de arena de silicio. Tierra firma al fin y al cabo. La que no sobrevolamos es una de las más famosas, debido a su forma. 😉

Tras un aterrizaje muy sencillo nos hicimos algunas fotos más y nos fuimos a tomar algo a la cafetería del aeropuerto, donde ya habíamos estado el día de antes. Un bocadillo de pollo y aguacate después ya estábamos listos para ir por el siguiente medio de locomoción del día.

Bajo el mar…

Un pequeño viaje en furgo hasta la marina y conocimos a Sam, de Ocean Rafting, nuestra acompañante durante todo el día, que nos dio nuestros trajes de neopreno. (Que no necesitaríamos para nada)

Comenzó así nuestro viaje en barco hasta la isla de Whitsunday. (Sí, la isla es en singular, la región en plural. Pilotado por Ivan, el viaje nos llevaría aproximadamente una hora, con una parada en otra islita para recoger más gente, en la que disfrutaríamos del trayecto mientras volvíamos a escuchar Down Under.  🙂 Desembarcamos en la isla y realizamos un pequeño trekking hasta visitar el que es según nos contaron, el lugar más fotografiado de Australia. La verdad es que la vista es preciosa realmente.

¡¡Y después a nadar!! Disfrutamos de una hora de snorkel por encima de los preciosos corales. Vimos un montón de especie de peces que no sé reconocer ni nombrar y todo ello acompañado de unos churros que nos permitían nadar sin cansarnos. Poco glamouroso, pero cómodo 😉 Yo me quedé el último nadando hasta que ya me dijo el capitán que me dejaba allí…

Volvemos a la playa a descansar un poco mientras la tripulación (Sam e Ivan) preparaban el buffet de la comida. De camino al baño vimos por primera vez una goanna. No pudimos hacerle una foto. Estábamos impresionados. Mediría como un metro y medio y se movía parsimoniosamente. Es el  cuarto lagarto más grande del mundo. Pero eramos los únicos. El resto de la gente no parecía muy sorprendido, tampoco claro, el señor que nos dijo lo que era 😉  

Al barco a por la comida y a la playa a comer. La verdad es que estábamos bien. 🙂 En la orilla decenas de peces se pegaban por la comida que alguno de los compañeros de viaje les echaban. Una pequeña siesta mientras otra goanna, esta mucho más pequeño, intentaba robarnos las sobras de la comida y listos para volver a Airlie Beach. 

Una horita de retorno en el que Sam nos ofreció lamingtons y una chica belga nos recogió para llevarnos a toda velocidad por las calles de la ciudad hasta el aeropuerto, donde teníamos nuestra furgo. Todavía tendríamos un ratito hasta Guthalungra donde dormiríamos ese día entre mosquitos y ranas. No sin antes bajarnos para tomarnos una foto con un gran mango 😉 Otra de las grandes cosas australianas 😉

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