Bueno. Existen dudas sobre la existencia de Papá Noel y North Pole no es el polo norte. Ni siquiera está del todo cerca. Pero así es como se llama el pueblo y allí tiene una de sus casas, el amigo Klaus. (Por cierto que tampoco Circle, cerca de aquí, está en el círculo polar ártico)
Nos levantaremos tranquilos y estaremos por el hostel. Pero a media mañana y sin nada que desayunar nos ponemos en marcha 🙂 Lo primero es ir a comprar algo para desayunar. Bueno lo segundo, porque lo primero es echar gasolina. Intentamos no tener menos de medio depósito durante todos nuestros días aquí, por si acaso. Resulta que en el Holiday, la gasolinera más cercana a casa donde paramos es «Martes feliz» o algo así y te regalan un café. Así que primera parte hecha.
Vamos buscando un supermercado. Ni rastro de él el día anterior. Paramos en un Jo-Ann. No, no es un supermercado. Recorremos una parte de Fairbanks que no habíamos visto y salimos a la avenida del aeropuerto. Paramos en un sitio. Es un hotel. Cerrado. Por fin, logramos cobertura y vemos que hay un Walmart, precisamente en dirección a North Pole. En una zona comercial bastante grande que no habíamos visto aún. Entramos y compramos desayuno para todos los días en Fairbanks (y para más) y una pizza grande, que en el fondo es ya la hora de comer. Lo que hacemos es comer en el coche, a lo loco, mientras vamos avanzando por la carretera Richardson llegando al pueblo de Papá Noel.
North Pole
Es un pequeño pueblo que vive principalmente de la industria del petróleo. Sin embargo, se convirtió en la residencia oficiosa de Papa Noel para el público estadounidense y cada año la oficina de correos del pueblo recibe miles de cartas. Prácticamente cualquier palo vertical allí, farolas, marquesinas… parece un bastoncillo de caramelo; los adornos navideños están todo el año; hay calles para Papa Noél, los renos…
Nosotros paramos en su casa. Una tienda de regalos bonita que hará la delicia de los fans de la navidad. Vimos que vendían sellos y decidimos comprar un montón. Pero no cobraban con tarjeta, así que fuimos al bloque de al lado que era un banco. Anticipándome, pregunté si al bloque de al lado se podía ir caminando. Sí, se podía pero nos llevó un rato. Pasando por una inmobiliaria en el camino. Por cierto que el banco donde sacamos dinero, es el primero que vi en mi vida en la que la tarjeta en el cajero se metía en horizontal (como te la devuelven en los comercios en Japón) y el segundo en el que tienen un servicio de drive-in. (Vimos uno en Anchorage)
Después dimos un paseo por los exteriores de la casa viendo trineos, casas de trabajo de elfos… en fin, ese estilo de cosas. Y ya de vuelta al coche.
Parque de Chena River Lakes
No teníamos muy claro si volver ya a casa y en el último momento en la casi rotonda (de las pocas que habrá en EEUU) decidimos ir un poco más por la Richardson. Nos tocó detrás de un autobús escolar, así que fuimos despacio, viendo como los niños iban bajando cada poco – los dejan en el camino de entrada a su casa – mirando los buzones o subiéndose al coche de sus padres si el camino a la casa por el camino era muy largo.
Fue así como llegamos a Chena River Lakes Recreation Area. Estaba abierto, pero por ser temporada baja, no había nadie para cobrar la entrada. De hecho, vimos carteles de en esa época era más transitado por motos de nieve. Dimos una pequeña vuelta con el coche. Con una parada para caminar un poco frente a uno los lagos – nos encontramos una llave inglesa ¿? – y pronto de vuelta. Subimos a la especie de pista para las motos de nieve y ahora sí, hacia Fairbanks. Por cierto, que ese trayecto, como muchos otros está patrocinado dentro del programa «Adopt a highway«.
Mientras íbamos oyendo Community Radio, recorrimos las pocas millas que nos separaban de Fairbanks. Era media tarde. Había sido un día tranquilo. Escribir, leer, comer tarta y ver Futurama lo cerraron.