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Cartago, Sidi Bou Said y Túnez capital

El día prometía. Tras el desayuno en el hotel un autobús nos esperaba para llevarnos lo más al norte que estuvimos en este viaje visitando la ciudad arqueológica de Cartago, la capital de Túnez y su vecino Sidi Bou Said.

Cartago. La ciudad que debía caber en una piel de buey

Nuestra primera parada fue Cartago. La ciudad fundada por fenicios – patrimonio de la humanidad – que según cuenta la la leyenda fue consecuencia del ingenio de la princesa Dido. Dido huía de la ira de Pigmalión y llegó a las costas de lo que hoy es Túnez y pidió asilo al rey local, quien desconfiando le dijo que podría quedarse en el trozo de tierra que pudiera marcar con la piel de un buey. Dido dio con la idea de cortarla en finas tiras siendo así capaz de delimitar un terreno ya algo extenso que fue el origen de la ciudad y que tuvimos la suerte de pisar.

Recuerdo unas ruinas interesantes – de una ciudad que dio origen al pueblo cartaginés y que llegó a tener 400.000 personas y que cayó tras las guerras púnicas en poder de Roma – pero que me impresionaron mucho menos que el anfiteatro de El Jem que veríamos el siguiente día. Creo que fue la primera vez que vi en Túnez el hecho de que las entradas a los sitios se dividían entre la entrada propiamente dicha y un importe adicional para poder hacer fotos. Un importe, este último, que iba directamente a conservación del patrimonio, según parecía.

Sidi Bou Said. El puebo albiceleste.

Es un pequeño pueblo de costa mediterráneo. Recuerdo que me pareció precioso. (Aunque después he visto muchos parecidos en Andalucía, Grecia…) Fuimos allí de camino a la capital y tuvimos la oportunidad de caminar sus preciosas calles que fueron unas de las pocas que vimos llenas de turistas en todo el viaje.

Se cuenta que el motivo por el que todo el pueblo tiene todas las fachadas encaladas o pintadas de blanco, todas las ventanas en azul y todas las puertas en azul celeste es que los habitantes siguieron a principios del s.XX las indicaciones del pintor y musicólogo francés Rodolphe d´Enlarger que vivía en el pueblo junto con otros artistas.

Tras varios paseos por las empedradas calles fuimos a tomar un té con piñones al Café Sidi Chabaane, con unas bonitas vistas sobre el golfo. Por cierto que este lugar tiene una curiosa historia. Patrick Bruel le dedicó una canción en 1999, en el que lo consideraba el «Café des délices». El lugar cambió hace unos años a ese nombre y subió los precios siguiendo la adquirida fama, lo que recientemente le ha costado incluso un boicot online.

Túnez o Tunis. La capital

Dejamos atrás el pueblo costero para llegar a la capital. Lo primero que recuerdo es de nuevo un caótico tráfico y ver desde el autobús un camión de construcción transportando un cristal encima de unos papeles con un teléfono de Logroño. 🙂

El plan para el resto del día fue visitar el museo nacional del Bardo y el zoco. Visitamos el museo – tristemente de actualidad años después por un atentado – en compañía del guía que nos acompañó durante todo nuestro viaje. Recuerdo perfectamente que nos explicó en un momento de la visita que el islam permite la poligamia pero no la ley tunecina. Vimos mosaicos romanos, piezas fenicias… no me entusiasmó. El edificio sí era muy interesante. Cuando años después visité la Alhambra recuerdo pensar que había ciertas similitudes con el edificio del museo.

Después de la comida en un hotel de la ciudad, terminamos la tarde recorriendo el zoco de la ciudad – opté por la técnica de dejar que otros regatearan – donde compré una cachimba. Vuelta ya a Hammamet para la última noche antes de salir hacia el desierto.

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