Oaxaca también es patrimonio de la humanidad. Lo mismo que las 4 últimos que hemos visitado. Pero esta ciudad nos impactará particularmente. Comenzamos el día desayunando en la azotea del hostal y disfrutando de las vistas de las cercanas montañas de Sierra Madre. Oaxaca de Juárez, la capital, está en una región conocida como «Los Valles Centrales».
Damos un paseo por los tianguis del Llano, al lado de casa, de camino al centro. Al llegar a la plaza frente al templo de Santo Domingo, el ambiente es fantástico. Dos txarangas distintas tocan mientras diferentes estudiantes de diferentes facultades van danzando con ellas.
Dedicaremos gran parte de la mañana a visitar el templo y el convento. Son realmente espectaculares y enormes. El templo es claramente barroco, con un impresionante coro y todo el techo lleno de pinturas de la biblia. Los retablos son impresionantes y sobre ellos se ve en la cúpula los cuatro papas de la orden dominica. Dicen – y se medio percibe – que el día de Santo Domingo la luz entra por la puerta del templo iluminando los retablos.
Desde ahí nos vamos a ver el museo de historia que ahora acoge el templo. Enorme con tres atrios, recorriendo la historia de los mixtecas – que es el nombre de nuestra habitación por cierto, de los zapotecos, la dominación hispana… Sin embargo, quizá una de las partes que más nos gusta es la dedicada a la ilustración de los pentagramas de la música mexicana que vemos justo al inicio, así como la biblioteca. Eso sí, la sala dedicada a la tumba 7 de Monte Albán es absolutamente impresionante.
Ya era un buen momento para comer y elegimos el café Los Cuiles. Descubrimos y probamos la tlayuda, la tortilla típica de Oaxaca que a mí me gustó más que el resto de las que habíamos comido por México. Esta era de tasajo, tiras de ternera. Con las pilas cargadas nos fuimos a seguir descubriendo la ciudad. Visitamos una preciosa tienda en la que había una enorme variedad de alebrijes. A Nagore y a mí nos encantan. La chica nos cuenta que se trabajan en madera de copal y que hay mucha tradición en San Martín Tilcajete.
Seguimos nuestro recorrido y llegamos al precioso zócalo de la ciudad, muy arbolado, – cerca veremos una jacaranda inusualmente rosa – y a la catedral. De nuevo muy interesante y distinta a otros. Con un enorme órgano a la entrada y sin un enorme altar visible. Estuvimos un rato sentados, descansando y ya enfilamos el camino hacia casa, donde vimos la recogida de firmas de la facultad de arquitectura. Pasamos por la puerta del jardín etnobotánico, pero decidimos que lo dejaríamos para otro día.
Cuando, por la noche salimos a cenar, escogimos el Alfredo da Roma. Alfredo y Carbonara. Al son de un melancólico guitarrista en directo que entona al ritmo de Pablo Milanés, Julio Iglesiaso Serrat. Después estuvimos un buen rato en la plaza de la catedral intentado hacer fotos con la reflex en modo manual. Al final lo conseguimos.
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