El viajero ve lo que ve, mientras que el turista ve lo que ha venido a ver.
G.K. Chesterton
Todos nos consideramos viajeros, pero todos somos turistas. Pero sí hay un punto que describe nuestra forma de viajar que es que solemos planificar poco y disfrutar con lo que nos encontramos. Este fue un día más o menos así, porque lo único que teníamos planificado – ver el monte Fuji – no lo logramos. Pero tendremos un día fantástico, ¡con muchas primeras veces!
Volcán Owakodani
Tras desayunar en nuestro hostel, nos pondremos en camino a ver el volcán Owakodani. Fue la primera vez que nosotros veíamos un volcán activo (tiempo después llegarían el Etna, Haleakala, Rotorua, Timanfaya, Todoque….)
Owakudani, conocido como el «Gran Valle Humeante», es una zona volcánica activa en Hakone que se formó hace unos 3.000 años tras la erupción del Monte Hakone. Este impresionante paisaje geotérmico, con fumarolas de azufre que emiten nubes de vapor y fuentes termales burbujeantes, es una de las atracciones más singulares de la región. Los visitantes pueden recorrer senderos que atraviesan el terreno volcánico y disfrutar de vistas espectaculares del Monte Fuji en días despejados. Una de las tradiciones más populares en Owakudani es probar los huevos negros, cocidos en las aguas sulfurosas, que según la leyenda, añaden siete años a la vida de quienes los consumen.
Nos impresionó profundamente el olor a azufre. Estuvimos un rato valorando el hacer un trekking por la zona y finalmente decidimos…
El barco pirata del lago Ashinoko
… montarnos en el teleférico que nos llevó al lago donde estaba el barco pirata 🙂 En el momento de escribir estas líneas, creo que no teníamos en mente lo que íbamos a ver y simplemente nos dejábamos llevar.
Desde ninguno de esos pintorescos medios de locomoción lograríamos ver el monte Fuji.Algo que no es tan fácil como podría parecer a primera vista. Lo dicho, solemos viajar mucho sin mirar demasiado y a veces es para bien y a veces, pues también 🙂
El Monte Fuji es visible entre 80 y 150 días al año, dependiendo de las condiciones meteorológicas y la ubicación desde donde se intente observar. La visibilidad del Monte Fuji varía considerablemente según la temporada y las condiciones climáticas. Durante el invierno, especialmente en diciembre y enero, la probabilidad de verlo es más alta debido a los cielos despejados y la menor humedad. En cambio, en verano, las nubes y la neblina suelen ocultarlo con mayor frecuencia, lo que reduce las oportunidades de avistarlo.
Visitando el Shekiso Shiryokan
La siguiente para de la mañana fue una de las famosas 53 que darían forma a la serie de grabados ukiyo-e creados por Utagawa Hiroshige después de su primer viaje a lo largo de la Tōkaidō 180 años antes que nosotros.
El Sekisho Shiryokan, ubicado en Hakone, es una reconstrucción histórica del puesto de control más importante de la antigua carretera Tokaido, que conectaba Edo (actual Tokio) con Kioto durante el período Edo. El puesto de control, conocido como Hakone Sekisho, jugaba un papel crucial en la vigilancia y control de los viajeros, especialmente para prevenir el contrabando de armas y la fuga de mujeres de familias samurái. Hoy en día, en el museo Sekisho Shiryokan, pudimos explorar fieles réplicas de las instalaciones originales, incluyendo las barracas de los guardias y las celdas de detención. Pero del Fuji, nada.
Después dimos un paseo por una zona boscosa y paramos a comer algo en una especie de gazebo (en aquel momento no sabíamos que se llamaba así, lo aprendimos años después en Bali)
Tocaba ya ir cogiendo la ruta a Tokio. Así que primero cogimos el autobus urbano con su molón sistema de tarifas que al principio nos costó entender. (La tarifa se va reduciendo conforme quedan menos paradas en la ruta, pagas el total de las que quedan, aunque te bajes antes. Tiempo después, el sistema de tarifas del taxi de Bogotá, nos recordaría a esto)
Primer contacto con Tokio
Después nos tocaba ya ir yendo a Tokio, donde tras haber desechado la idea de ir a Okinawa, pasaríamos una semana entera. Y qué semana.
Llegamos a la ciudad al atardecer. Sin GPS ni Google Maps, encontramos el hotel (Nuestro querido APA) a la primera, saliendo bien por la salida correcta de la parada de metro de Akihabara, que yo creo que era lo único que conocíamos de Tokio, de los reportajes de la HobbyConsolas de cuando era pequeño.
Llegamos al hotel que nos acogería durante los siguientes días, merendamos algo, utilizamos las lavadoras de autoservicio del pasillo del hotel y nos fuimos a ver el barrio, que fue una pasada 🙂 Tras disfrutar de todo el entorno, cenamos en un sitio de comida Nikkei, en la que el chef (centroamericano, se acercó a hablar con nosotros cuando nos oyó hablar castellano)
Esa primera noche fue una pasada. Visitamos el centro de arcades de SEGA (que cerraría nueve años después), también el Taito, seguimos viendo espectaculares tapas de alcantarilla, que son un icono en Japón , vimos un nuevo BookOff (si cuando fuimos esa primera vez a Japón, hubiéramos sido coleccionistas de videojuegos retro como ahora…) y dimos un precioso paseo en torno al río Kanda.