Una de las cosas que más nos gusta de viajar con tiempo es el hecho de poder estar en cualquier sitio y quedarnos en casa. Te da una especie de sensación de vivir ahí (Airbnb lo explota en su nuevo posicionamiento) y además nos permite ahorrar y descansar. Hoy será uno de esos días.
Desayunamos tranquilos y yo saldré a dar un paseo por el barrio. Poca cosa, lo justo para estirar las piernas. Mientras desayunábamos en la terraza no habíamos dejado de oir gritos de ánimo, parecía que había alguna competición deportiva cerca. No estaba cerca, era en el mismo edificio casi, 🙂 La gente del Velez College, jugaba en casa 🙂 Después me dio por entrar al restaurante español frente a casa. No tenía mala pinta pero cuando intentamos ir alguno de los días siguientes siempre lo vimos cerrado.
Seguí mi paseo. Pasé por delante de la torre más alta de la ciudad, en cuya cima hay una montaña rusa bastante peculiar – te lleva por la cornisa – que estuvimos pensando en visitar. Por la zona, me encontré – ya nos había pasando la noche anterior – con niños que parecen vivir en calle 🙁 Algo que sólo hemos visto en Camboya y Chiapas.
Ya de vuelta paré a comprar el periódico, y el pan en Angelica Bakery 🙂 Como en muchos sitios de Filipinas, había una persona para abrir la puerta. Algo que – con tanta frecuencia – sólo he visto en Cuba. (Y en Japón, con tareas similares, por jubilados)
Tras la comida, dedicamos el resto del día a escribir – sobre un viaje de hace 11 años – y ver qué le pasa a Saul y Julie & Julia. Disfrutando de la vida doméstica.