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Ruinas de Sbeitla, la ciudad sagrada de Kairouan y Sousse

Nos despertamos en Tozeur en nuestro penúltimo día en Túnez. Fue un día de muchas horas de viaje que nos llevaron desde el desierto hasta las playas del Mediterráneo desde las que nos despediríamos del país.

Sbeitla: los confines africanos del imperio romano

Sbeitla o Sufetula fue una ciudad romana de en torno a 5.000 habitantes. La visitamos con cierta sensación de que el viaje ya estaba acabando y quizá por ello no tengo un extenso recuerdo de ella.

Kairouan: la ciudad sagrada

Nuestra siguiente parada fue la que es para los musulmanes suníes la cuarta ciudad santa del Islam junto a La Meca, Medina y Jerusalem. El campamento  (etimología que comparte con El Cairo) fue nuestra última parada en una ciudad del interior y donde comimos junto a la Gran Mezquita de la ciudad que es patrimonio de la humanidad. Kairouan fue la primera ciudad construida por musulmanes en el s. VII en sus incursiones en el territorio de lo que es hoy Túnez.

Tras la comida tuvimos nuestra última oportunidad de realizar compras. Jaume cambió su chandal por una chilaba y alguna otra cosa en dos pases entre el viaje de ida y el de vuelta desde el zoco al coche. Fue aquí también donde compré un djembé de cerámica que llego sano y salvo a Barcelona, pero que se rompió justo al sacarlo del autobús. Y por cierto que también en Kairouan compramos un disco de una canción que oíamos y que creo que fue «Sidi Mansour» del artista tunecino Saber Rebaï.

Susa

Ya por la tarde llegamos al que sería nuestro último hotel en Túnez, pues a la mañana siguiente volábamos de vuelta a Barcelona, de nuevo desde la ya cercana Monastir.La tercera ciudad del país por tamaño, Susa es una ciudad de origen cartaginés cuya medina es también patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Recuerdo que disfruté la ciudad, quizá la más occidental de las que conocimos en Túnez.

A nuestra llegada al hotel y tras la despedida de nuestros conductores, nos dirigimos a nuestras habitaciones. Recuerdo algo que me llamó poderosamente la atención. Uno de los conserjes o botones que nos acompañó a las habitaciones trató de explicarnos algo en francés que no entendimos. (Motivo de broma desde entonces entre Vane y yo) Nos pidió que le acompañáramos al baño y abrió y dejo correr el agua para explicarnos que el hotel podía presumir de tener agua caliente.

Tras dejar nuestras cosas en el hotel fuimos a dar una vuelta por el paseo marítimo que no recuerdo como especialmente bonito – aunque sí recuerdo las tiendas de deporte similares a las occidentales – pero sí recuerdo mucho la conversación que tuvimos sobre todo lo que habíamos aprendido y vivido durante esos días, como casi siempre el tiempo no se mide en días sino en experiencias.

Pero Susa aún me tenía guardada una sorpresa. A la mañana siguiente y tras recorrer la medina de la ciudad y subir a su torre desde teníamos fantásticas vistas fuimos a por nuestra última comida en el país. Fue allí donde conocí por primera vez lo que era un kebab. Curioso fue, por último que en los días que habíamos estado fuera habían abierto el primer kebab en Gandia, lo que descubrimos a nuestra llegada.

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