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DMZ: Visitar la zona desmilitarizada en Corea

Soy un gran apasionado de las fronteras. Desde pequeño. Me fascina el hecho de que una línea, muchas veces imaginada, tenga tanta importancia y pueda afectar de manera tan directa a la vida de la gente. Hace un año o así descubrí un gran blog de fronteras y hace unos meses, leyéndolo entero en nuestro viaje por Australia, descubrí que la zona desmilitarizada se puede visitar. Así que esta es la pequeña crónica de nuestra visita.

Mástiles de ambos territorios, ese día sin banderas

¿Qué es la zona desmilitarizada?

La guerra de Corea tuvo lugar entre 1950 y 1953. Técnicamente no fue una guerra civil, pues la península había sido dividida al final de la Segunda Guerra Mundial en dos territorios, separados por el paralelo 38. Tras la invasión de Corea del Norte, apoyados – reticentemente – por Rusia y China, que les llevó a controlar casi todo el país menos Busan, la contraofensiva de Naciones Unidas llevó el frente de guerra hasta más o menos el paralelo 58. 

Fuente de la imagen: Wikipedia.

Así, en un alto el fuego firmado en el pueblo de Panmunjom se acordó que ambos ejércitos retrasaran sus tropas 2.000 metros de la línea del frente. Desde entonces la zona norte es administrada por Corea del Norte y la Sur por Estados unidos. Hay algunos pueblos (dos, creo) dentro de la subfranja surcoreana en la que vive gente que recibe exenciones fiscales y la exención de realización del servicio militar (21 meses; 10 años en el caso de norcorea, según nos comentaron)

¿Qué se puede visitar o hacer cerca de la DMZ?

Cerca de la zona desmilitarizada existen varios lugares que se pueden visitar. Lógico, si tenemos en cuenta que la DMZ es estrecha (4 kilómetros) pero tiene 250 kilómetros de longitud.

Fuente de la imagen: Cosmojin.

¿Qué se puede visitar o hacer en la DMZ?

Por su parte, ya dentro de la zona desmilitarizada puede verse la JSA, Joint Security Area, la zona de seguridad conjunta. A su vez, en su interior está:

¿Cómo llegar?

La zona de Imjingak no está lejos de Seúl. Puede llegarse en coche o transporte público en algo más de una hora.

 Seoul

Neunggok

Munsan

Uncheon

Imjingang

Dorasan

Mañana

 08:30

08:51

09:16

09:21

09:40

09:50

 13:15

12:53

12:26

12:20

12:16

 12:10

 Tarde

 13:40

 14:03

 14:30

 14:36

 14:55

 15:05

 18:35

 18:12

 17:46

 17:40

 17:36

 17:30

Fuente: VisitKorea

Para entrar en la zona desmilitarizada es preciso hacerlo mediante un tour organizado. De hecho, al sur de la línea desmilitarizada hay otra línea llamada la línea de control de civiles. Esa ya no se puede cruzar por turistas, lógicamente, sin formar parte de una excursión organizada. (El campo Bonifas se encuentra en esa zona entre la línea de control civil y el comienzo de la DMZ.)

Hay muchas opciones disponibles, rondan los 60-80 dólares y suelen durar medio día o día entero, comenzando en el Hotel President de Seúl donde se realiza el check-in. Nosotros fuimos con Cosmojin. Dependiendo de tu nacionalidad, tendrás que enviar copia del pasaporte durante el proceso de reserva.

¿Cómo vestir?

No es broma. Si vas a visitar la DMZ has de vestir de manera correcta. No están permitidas sandalias, pantalones desgastados o con rotos, camisetas con textos o mensajes, ni en teoría pantalones cortos, aunque el día que nosotros fuimos un chico llevaba y no le pusieron problemas. Un militar coreano revisará tu atuendo y tu pasaporte (en dos rondas distintas) en la línea de control de civiles.

Nuestra experiencia en Imjingak

Tras visitar el memorial de la Guerra de Corea, como parte del tour, por la mañana llegamos a comer a Imjingak. En el camino, paralelo al río Han que ahí es frontera natural, pudimos ver los famosos mástiles, que supusieron en su día una competición haber cuál era más alto.

Sólo disponíamos de una hora 🙁 así que visitamos el edificio de Imjingak rápidamente y subimos a la azotea. Desde ahí puede verse a la izquierda el puente de la reunificación y la derecha el de Gyeongu. Hasta el primero hay una larga pasarela de madera que actualmente se encuentra cerrada y en el de Gyeongu está la última locomotora que hizo el trayecto por ese tren. 

En ambos extremos de los puentes hay una zona en la que espontáneamente la gente dedica mensajes. Me imagino que a sus amigos y familiares del otro lado y/o a los caídos durante la guerra. Todos los años se realiza aquí un evento por le reunificación. Corea del Sur tiene un ministerio nominalmente dedicado a ello. Pasear por allí fue una sensación extraña. Como visitar el muro de Berlin, pero en un lugar en el que sigue existiendo. Algo que no había experimentado antes.

Nuestra experiencia en la zona desmilitarizada

Tras volver al autobús nos piden que desde ya no tomemos fotos hasta que la guía, Young, nos lo diga. Tampoco se puede usar el móvil. (Había tres guías en el autobús, una hablando en japonés, ella en inglés, y otra en chino 😉 Nos dan nuestras identificaciones de visitantes de la ONU.

En pocos minutos llegamos a la línea de control de civiles. Similar a un peaje de autopista. Un militar coreano  subió al autobús y revisó pasaportes e indumentaria. Pasamos por debajo de un montículo artificial con una estructura blanca que hace las veces de túnel. Con dinamita dentro para poder volarlo y cortar la carretera en una hipotética invasión. En la carretera el autobús zigzaguea entre las maceteras gigantes en casa carril para evitar que ningún vehículo pueda coger velocidad. En seguida llegamos a  Camp Bonifas. Aquí hay militares de Estados Unidos junto a los coreanos. Según nos comentaron los primeros cobran, los segundos no, siendo voluntarios.

En Camp Bonifas nos hacen pasar a un salón de actos en el que nos cuentan durante un rato la historia del lugar desde la perspectiva surcoreana y nos dan las últimas indicaciones. Cambiamos a un autobús militar, acompañados por otro militar coreano, y cruzamos la alambrada que da comienzo a la zona desmilitarizada. 

La sensación es curiosa. En seguida llegamos, tras dejar a un lado un par de caminos que llevan hacia los pueblos habitados, a la Freedom House. Subimos unas escaleras, en fila de a dos, y damos a la zona de los barracones. A mí me impresionó. Por un lado, porque es algo que tantas veces había visto en internet y por otro lado por el ambiente en sí. 

Se respira una sensación rara. Supongo que hostilidad, pero no lo sé. Los militares coreanos que están ahí, a escasos metros de los de del norte están en posición de tensión durante todo el día. Pero por otro lado hay muchos turistas. A nosotros directamente nos hicieron pasar a la sala del armisticio. En medio de esta sala está la mesa en la que se reúnen en ocasiones a hablar. La línea de demarcación, no es una frontera, pasa justo por la mitad.

En la sala hay tres personas. Todos militares del sur. Uno en la puerta sur. Otro en la norte, por dentro, mirando hacia el sur y otra en medio, justo entre ambos países a un lado de la mesa. Los turistas pueden entrar y pasear durante unos minutos, hacerse fotos con ellos, pero no girar completamente por la mesa por delante del soldado. Tampoco pueden hacerse fotos en dirección sur. 

Al salir nos ponen en fila delante de los barracones y nos permiten realizar una nueva sesión de fotos. Justo en frente se ve el edificio de visitantes de Corea del Norte. Al fondo vemos un militar del norte. Es de nuevo una sensación curiosa.

Sensaciones

Tras volver a campo Bonifas y hacer una parada en la tienda de recuerdos – parte del tour – hicimos ya todo el proceso en sentido inverso. Tuvimos una hora de camino a Seúl para reflexionar sobre lo vivido. Fue para mí una excursión interesante. Llena de contradicciones. Es un lugar muy muy turístico y al mismo tiempo una zona técnicamente en guerra.  Los militares no están ahí pasando el rato.

Sin embargo, es algo que el gobierno fomenta entre los visitantes. Me resulta lógico que existan los diferentes centros de educación a lo largo de la zona, es una forma de contar lo que pasó, de formar a las nuevas generaciones y de luchar por la reunificación. Pero el visitar la JSA en sí, me resulta extraño. Como si los visitantes fuéramos piezas de una batalla/negociación invisible que lleva ya durando más de 70 años.

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