Despidiéndonos de Linköping

Hoy es nuestro último día en Suecia. Yo tardaré 2 años en volver. Hoy, además de ser el último, será uno los días que más tiempo pasemos fuera del campus conociendo un poco la ciudad.

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No sé si fue este día, aunque puede ser, pasamos por la universidad a por unas sudaderas de la LUI. Lo que sí seguro que pasó este día mientras caminábamos por la calle Nygatan, quizá cerca de este punto 🙂 es que entré en una pastelería a comprar unas mario balls y vi a la pastelera más guapa de la historia de la humanidad, de la que sigo enamorado 🙂

También por aquí cerquita, quizá aquí, me compré mi primera maleta. Ya en plan adulto 🙂 Una maleta que me acompañó desde ese momento y hasta el inicio de la vuelta al mundo que ahora mismo estoy realizando.

Visitamos la catedral y dedicamos el resto de la mañana a pasear por el parque en torno al canal Kinda. Allí estuvimos visitando una tienda de recuerdos para comprar unos bolis con los que dejar nuestro mensaje para la posteridad. ¿Ya se puede considerar que es la posteridad?

Cerramos el día visitando Gamla Linköping, un parque y museo al aire libre que recrea cómo era Linköping hace unos 150 años. Con eso y un poco de tristeza daríamos por terminada nuestra aventura sueca.

Vuelta a Gandia y epílogo 🙂

La mañana siguiente, día 12, madrugaríamos. No sé teníamos aún el coche o alquilamos otro. Pienso que quizá fue de hecho la primera vez que alquilé un coche. Recuerdo ir conduciendo – algo rápido pues llegábamos justos a Västeras – y pensando que las carreteras españolas eran mejores. Algo que me sorprendió mucho en aquel momento. Al llegar al aeropuerto dejamos el coche en el parking y al pasar  por el control de seguridad me di cuenta que llevaba aún las llaves. Así que se las dejé a la chica y le pedí que las devolviera. No he vuelto a tener noticias así que supongo que lo hizo 🙂

A Luton – primera vez que me preguntaron lo de «ha empaquetado usted su maleta» –  y después a Girona. Al llegar a Girona, que íbamos con prisa otra vez,  tomé por un error una maleta pensando que era la de Lola. Perdimos el bus previsto 🙁 y no podíamos alquilar coche porque nadie teníamos una tarjeta de crédito. (La primera que me hice, tiempo después fue para alquilar coches) No recuerdo cómo volvimos a casa 🙂

Mis viajes a Suecia han sido siempre en momentos importantes de mi vida.En esta primera ocasión acababa de terminar la carrera tan sólo 23 días antes de coger el vuelo hacia Västeras. En la segunda, de la que ya casi han pasado 10 años a su vez, acababa de terminar mi primer master 7 días antes y era el primer viaje que hacía con Nagore. (Al terminar el segundo, me fui ese mismo día a Oslo, uyyy)

Es un país que me llama de manera especial. Desde que descubrí sus máquinas de reciclaje que te devuelven dinero, o sus empresas molonas, o sus chocolatinas Tarragona, o su gente, o sus novelas… incluso la comida me mola.

Tras el largo viaje de vuelta de más de 24 horas, recuerdo al coger la Marina, el urbano de Gandia, pensar que el conductor no tendría ni idea de donde veníamos. Me metí en la cama, ya perfectamente de día y me dormí profundamente.

A las dos horas sonó el teléfono. Era la llamada definitiva para ir por primera vez a Pasapalabra. Quedaban aún un par de meses. En ese tiempo tuve tiempo de encontrar mi primer trabajo de ingeniero y de dejarlo para ir al programa. Algo de lo que estoy bastante orgulloso 🙂

Algunas de las fotos de este post fueron tomadas por Rut, Lola, Sergio, Mario, Ana u otra gente. Las mejores. Yo no sabía sigo sin saber hacer fotos.

2 thoughts on “Despidiéndonos de Linköping

  1. ¡Ay, qué jóvenes éramos! Permíteme rellenar tu laguna mental tras la llegada al aeropuerto de Gerona y posterior pérdida del autobús:

    Efectivamente, Pedro, cogiste la maleta de otra persona pensando que era la mía. No nos dimos cuenta hasta que fuimos a subir al autobús que nos tenía que acercar a otra estación de autobuses, creo que de Barcelona. Mientras tratábamos de recuperar mi maleta y devolvíamos la que no era nuestra, perdimos ese autobús, pero cogimos el siguiente, el último de la noche. ¡Por los pelos!

    Recuerdo entonces, llegar a una estación de autobuses y esperar muchas horas de madrugada hasta que salió el autobús a Valencia. Creo que estábamos en Barcelona porque Mario se planteó quedarse, por si podía ver a Natalia y darle una sorpresa… (¡Lo que es la vida! ¿Eh? Espero que a Mario no le importe que revele aquí estas cosas).

    Fue un viaje genial. Hicimos barbaridades con tal de ahorrarnos unos pocos euros. Tardamos siglos en hacer el trayecto de vuelta. ¡Pero qué bien nos lo pasamos!

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