Hoy empezamos otra ruta por carretera, la Great Ocean Road. Esta ruta costera, es una de las más visitadas por los turistas. La razón: es preciosa. La ruta empieza muy cerca de Melbourne y va recorriendo la costa del estado de Victoria hasta Tower Hill, un hermoso cráter, lleno de animales alucinantes.
Una serie de catastróficas desdichas
Por la mañana en Melbourne el tiempo (mejor dicho el mal tiempo) no nos daba tregua. Llovía sin parar. Aunque, qué le vamos a hacer, es otoño en Australia, y es lo que nos toca. Desayunamos las pocas provisiones que aún nos quedan, y pedimos el uber.
Esa mañana parecía que todo iba de mal en peor:
- Mi teléfono australiano no se activa, y tenemos que pedir el uber con la cuenta de Pedro (sin abono de bienvenida).
- El uber nos deja en un sitio que no era, (culpa de Google, segunda vez en el viaje) y tenemos que andar bajo la lluvia, primero buscando wifi y después buscando las oficinas de Hertz.
- En Hertz nos dicen que no podemos alquilar el coche con ellos porque necesitan el carnet internacional de conducir (Nosotros nos lo sacamos en Madrid, pero con las múltiples mudanzas que tuvimos que hacer antes del viaje, no tenemos ni idea de dónde están ahora mismo . 🙁
- No para de llover, parece que nuestra excursión va a ser pasada por agua.
Por fin, llegamos a otra compañía de alquiler de coche, esta vez AVIS. Con ellos no tenemos ningún problema para alquilar el coche, así que nos ponemos en marcha unas 2 horas después de lo que habíamos pensado. Y sigue jarreando.
Comienza la carrera
En AVIS nos han dado una Hyundai i20, un coche pequeñito, pero que tira más que nuestra vieja furgo. Bajo la lluvia comenzamos la aventura y nuestra primera parada será en una gasolinera donde aprovechamos para ir al baño y comprarnos un café para el camino.
Más adelante pararemos en la playa de Urquhart, una preciosidad que nos recuerda a algunos paisajes de la costa cantábrica y seguimos el viaje.
Justo antes de pasar por debajo del Memorial Arch en Eastern View, no pudimos resistirnos a hacernos una foto delante de una señal de tráfico muy especial: Cuidado Equidnas en los próximos 3 kms. Mola eh!!! 🙂
Seguimos nuestra ruta, pasando por pueblecitos preciosos como Big Hill o Lorne, y por fin encontramos lo que estuvimos buscando durante más de un mes.
Mofli, por fin
En Kennett River, como habíamos leído. Allí estaban los koalas en libertad. Son difíciles de ver, porque están subidos en lo alto de los eucaliptos, y lo que se dice moverse, no se mueven mucho. De hecho pasamos por los tres árboles en los que había koalas y no los vimos. Al volver ya al restaurante, que estaba al lado del coche, vimos al primero, un koala bebé, que estaba dormido y no nos hacía mucho caso. No sé por qué, pero estos animales transmiten una energía especial, les quieres proteger y cuidar.
Allí nos paramos un buen rato, sacando fotos del pequeñin. En Kennett River, además de koalas, ahí multitud de pájaros increíbles. Cuando empezamos a ver a los loros, las cacatúas, patos, etc. empezó a llover con ganas y nos resguardamos en el restaurante Koala Cove Cafe. Una crema de calabaza y una hamburguesa nos metimos al cuerpo mientras jarreaba con ganas fuera.
Cuando paró de llover, justo terminamos de comer. Mientras Pedro me esperaba fui a dar una vuelta por el camping que estaba al lado, y me encontré con una kookaburra. El pájaro por excelencia de Australia. Una suerte, la verdad.
Cuando me disponía a volver, vi a una pareja de españoles (somos una plaga), haciendo fotos a un koala, que estaba despierto y comiendo. «Pedro, Pedro, ven corre,» y allí estuvimos aún más tiempo. Se nos juntó un padre con su hijo pequeño, que traían consigo a un montón de pájaros, ya que habían comprado pipas. Eso parecía un zoo. Los loros se posaban en nuestras cabezas, las cacatúas atacaban a los loros, los patos (a los que nadie hacía caso) pasaban por ahí. Fue un caos muy divertido.
El Koala, pasaba de todo, él sólo comía y comía.
Después de despedirnos de la fauna australiana, seguimos nuestro camino. Paramos en un mirador a medio camino con alucinantes acantilados, preciosos. Decidimos parar en el Maits Rest Rainforest Walk, un paseo en medio de la jungla que merece mucho la pena. Pero era tarde y se estaba poniendo el sol, no era un lugar muy aconsejable para andar en medio de la noche. Aumentamos la velocidad y terminamos en un pis-pas el trail.
Aún nos quedaba un buen trecho de camino hasta Woodford, dónde teníamos el airbnb, así que buscamos wifi, para mandarles un mensaje de que llegábamos tarde, y nos pusimos en marcha.
En Warrnambool, hicimos una parada para comprar algo más de cena en el Woolworth y por fin llegamos a la casita. Nos recibieron Jean y Chris, una pareja muy maja y su perrito. Teníamos nuestro propio apartamento con sala de estar y un desayuno muy completo preparado para la mañana siguiente. Todo un lujo.
Cenamos la tortilla de patata que sobró el día anterior, y unos pimientos asados. Vimos una película malísima y a dormir. Buenas noches.