La noche anterior nos acostábamos con que el Capitolio nos cancelaba la visita reservada (sucedió los tres días que lo intentamos) con motivo de la gran nevada que se esperaba en la ciudad. Estábamos un poco preocupados a ver cómo se daba el viaje. Pero tuvimos suerte. Nos levantamos temprano y fuimos a la parada del autobús de la compañía que habíamos pillado. Era nuestra despedida de la ciudad de Nueva York. Otros para contar su experiencia en la ciudad hicieron esto.
Primer contacto con Washington
Nos acercamos de nuevo hasta Dupont Circle, donde el autobús nos había dejado y escogimos un irlandés. Estuvimos realmente a gusto, intentando calentarnos, disfrutando de sus hamburguesas y una sopa de puerro, oye. En la tele, una conexión en directo con Kent Brokman, la unidad móvil de la Fox que estaba justo afuera, informaba del temporal.
Calahorra, Calahorra, que parece Washingtooon;
tiene obispo y to´ la ostia,
casa putas y frontón.
Así que ya con las pilas cargadas y viendo un poco lo que teníamos más cerca, nos dirigimos al Lincoln Memorial. El camino fue especial. Hacía mucho frío y no había nadie por la calle, algo que viviríamos todos los días en la ciudad.
Cuando llegamos allí, vimos que estaba cerrado (una cinta policial evitaba que se pudiera subir) El monumento a Washington y el estanque estaban enfrente nuestro pero no podían verse. La sensación era de extrema tranquilidad. Si no fuera por unos chavales cantando Bohemian Rhapsody como si no hubiera mañana. Nuestras primeras horas en Washington fueron distintas pero realmente molaron. Al día siguiente más.