Seguimos en tierras de caña de azúcar. Como ya cantaba R.E.M, en un video memorable. La sensación de conducir entre ellos es preciosa. El noroeste de Queensland es una tierra con pocas ciudades y muchos campos. Y de hecho, hoy visitaremos la mayor de todas ellas.
Nos levantamos. Hemos visto que cerquita hay una especie de área de servicio con un pueblo alrededor y para allí que nos vamos. Será esa la primera vez en mi vida que me duche realmente cronometrado 😉 Es demasiado pronto para la competición de tala de caña de azúcar y la de carreras de caballitos de agua 😉
Buscamos un sitio para desayunar pero todo parece cerrado. Así que vamos a la gasolinera y compramos un café y una muffin para llevar. Nos lo vamos tomando mientras la chica arregla el sistema de cobro…
La Valencia de Queensland
Y de nuevo en la carretera. Llegamos a Townsville. El pueblociudad. Aunque realmente se llama así por su fundador. Es la mayor ciudad del norte de Australia – con unos 165.000 habitantes – y vimos por sus calles carteles que se decantaban por mayor autogobierno frente a Brisbane. Después de muchos días de ver pueblos entre pequeños y muy pequeños, Townsville nos pareció una gran ciudad. Aparcamos en la zona del puerto y a mí recordó inmediatamente a la zona de Alboraia.
Dimos una vuelta por el puerto, donde vimos al Defender. Un barco, de 120 años que participó en la II Guerra Mundial y en los actos del bicentenario de Australia. Nada más desde 1982. Hasta 2016, que ha vuelto a tener actividad. En enero, fue hundido por unos vándalos. Unas semanas después el gobiernos de Queensland, calcula en un millón de dólares australianos, pero el propietario dice que se lo vendió en febrero a otro armador de Tasmania… venta que no reconoce el gobierno… en fin, que ahí seguía el barco para nuestra sorpresa.
Desde allí fuimos a dar una vuelta por el museo de los trópicos – presidido por una enorme araña y caminamos entre edificios de principios del siglo XX hacia The Strand, el paseo marítimo. Como en todas las ciudades australianas, dimos con el ANZAC memorial – con su música marcial si ponías la mano – y como en muchas de ellas, vimos los baths, piscinas públicas. Estos cubiertos, a diferencia de los de Mackay o Airlie Beach.
Tras el paseo por allí, decidimos volver al centro de la ciudad. Vimos la tienda de los Cowboys de Queensland, la plaza de The Quarters y cruzamos el puente sobre el río Victoria sobre Ross Creek. Todavía tendríamos tiempo de visitar la librería de Mary Who´s? donde ponernos al día de que Lisbeth Salander ya protagoniza la novela que dejó inconclusa Stig Larsson. Subimos después a Castle Hill, una formación rocosa sorprendentemente alta para estar justo al lado del mar. Es uno de los elementos más reconocibles de Queensland y desde allí disfrutamos de espléndidas vistas de Magnetic Island, la preciosa isla que no tendríamos ocasión de visitar.
Llegaba la hora de comer y puesto que ya nos habíamos puesto en marcha, decidimos comer en el Red Rooster, del que ya habíamos visto muchos restaurantes. El KFC Australiano. Cosas típicas y eso.
Dedicamos un ratito de la tarde a conducir hasta Saunders Beach, donde pasaremos esa noche. Por fin, un sitio para dormir cerca de la playa. Disfrutamos del resto de la tarde y el atardecer leyendo en la playa y de paseo entre las gaviotas. Realmente bien. Con las primeras estrellas nos quedamos dormidos.